No ensuciemos el deporte con lo vulgar
Altos principios de hidalguía y hermandad del deporte no deben ser quebrados con la grosería y la violencia en sus recintos.
La violencia desquiciada y la mala educación grosera, no tienen porqué -con ese repudiable ejemplo- ensuciar los recintos deportivos, que están destinados al sano e hidalgo competir de los equipos y a la convivencia fraterna del público.
Lo ocurrido en un reciente cotejo por la Liga Nacional de Básquetbol en el Gimnasio Municipal de este puerto (Las Ánimas 75 CEB 74), -donde un hincha local, al término del cotejo, por insultar soezmente a un jugador visitante, fue por éste golpeado con furia-, es un vergonzante desacierto que todos rechazan tajantemente. Que no debe repetirse por motivo alguno y que amerita de las más drásticas y ejemplarizadoras sanciones.
Ya por el hecho de tratarse de un juego deportivo, de un "juego", no se justifican -bajo ninguna razón- esas extremas reacciones de agresivos ataques, tanto de palabras como de golpes. Más aún, al interior del sagrado templo de la cultura física (sinónimo de deporte). Téngase bien en cuenta: "cultura" física. No incultura deportiva.
Estos desatinos, no hace mucho, también se observaron en nuestro fútbol profesional, cuando un aficionado denostó, odiosamente, en el estadio, a un jugador porteño, aun habiendo sido éste factor destacable.
Cabe puntualizar los deberes de quienes son los protagonistas de un espectáculo deportivo: los deportistas buscar la victoria en leal y pundonoroso competir y la concurrencia apoyar con caballeroso fervor a sus equipos representativos. Jugarse el todo por el todo, honradamente y sin artimañas, los jugadores. Y alentar, de verdad, positiva y correctamente, el público desde las gradas.
No hay otra fórmula que no sea la honesta, constructiva, unificadora, limpia y estimulante, para hacer del deporte una de las principales palancas sociales de contribución a la unidad ciudadana, a la buena salud física y mental, a los hábitos positivos y a una vida más alegre y optimista.
Si queremos que las familias y los niños prefieran los espectáculos deportivos, honrémosles con lo más digno, grato y apasionante del deporte.