En el Día del Profesor, vaya un cordialísimo saludo desde la más profunda admiración y gratitud hacia los queridos maestros, forjadores del presente y porvenir del país, a través de su inapreciable apostolado pedagógico formando en el saber y el bien a los hombres y mujeres del mañana.
Siempre se reconocerá que se trata de una sacrificada misión la del profesor, por la precariedad de sus remuneraciones, la intensidad de su trabajo que se prolonga a las horas de descanso, por la entrega que demanda una vocación dedicada a la enseñanza de niños, adolescentes y jóvenes. Lo que, sobre todo, intentamos resaltar en la reflexión de esta jornada especial.
Hoy en día, los profesores merecen ser más escuchados y considerados en la toma de decisiones. Anhelan ser valorizados como profesionales que educan y forman a la población, siendo el gran soporte familiar desde esa noble labor. Un docente no sólo debe dominar los contenidos, sino también saber comunicar y sacar lo mejor de sus estudiantes, haciendo un verdadero arte del enseñar. Y para lo cual debe siempre enriquecer sus conocimientos. Por ello, es fundamental que el maestro disponga del tiempo necesario -sin distractores ajenos- para preparar, con gusto y a conciencia, las más notables clases, que también moldean a alumnos sobresalientes.
"Yo me pongo más feliz que Miguel Ángel al terminar la estatua de David, cuando hago una hermosa clase", solía recalcar la insigne profesora y poetisa Gabriela Mistral, al reiterar su amor a la docencia.
Este magisterio de jerarquía, con profesores dedicados cien por ciento a su delicada tarea, demanda igualmente un ambiente escolar de calidez fraterna y solidaria, donde directivos y profesorado se ayuden mutuamente y sean un ejemplo de convivencia y pedagogía. Donde, cuando sea oportuno, también aportar el estímulo y reconocimiento al esfuerzo y los trabajos bien hechos. Y así los buenos ejemplos de docencia se vayan multiplicando y fructificando en planteles de alta excelencia educacional. Donde el profesor es la viga maestra.