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Jesús nos invita a tener una fe firme

"Jesús pide a los discípulos que mantengan la calma. Ante el temor nos invita a tener confianza."
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San Mateo nos narra que Jesús va a la montaña a orar. En cambio, los discípulos estaban en la barca, que era sacudida por las olas, porque venían vientos en contra. Ya en la madrugada el Señor se dirige a los discípulos, caminando sobre el mar. Los discípulos reaccionaron con miedo al ver al Señor, pues pensaron que Jesús era un fantasma. Pero Jesús les dice que estén tranquilos y que no tengan miedo (Cfr Mt 14, 22-28). Pedro pone a prueba a Jesús y le pide que lo mande a ir a su encuentro sobre el agua. Jesús lo llama, pero al caminar sobre el agua en dirección al Señor tuvo miedo, al ver la violencia del viento, y comenzó a hundirse. En todo caso, Pedro es capaz de decirle a Jesús: "Señor, sálvame". Luego Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, y le dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?" Luego el viento se calmó y los que estaban en la barca reconocieron que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios (cfr Mt 14, 29-32). Jesús pide a los discípulos que mantengan la calma. Ante el temor nos invita a tener confianza. Es lo que muchas veces nos puede pasar en la vida, pues ante la angustia o el temor que sentimos nos podemos sentir inmovilizados, derrotados. El Señor nos invita a enfrentar los temores por medio de la confianza en Él. Así el Señor nos devuelve la esperanza. Se trata de una confianza que consiste en creer en el Señor. Esto no es otra cosa que tener una fe firme, sólida y consecuente. En el caso de Pedro, vemos que al centrarse en las dificultades que tenía que enfrentar, no confió en el poder del Señor. Bastó que pusiera su mirada en los obstáculos que tenía que enfrentar para comenzar a hundirse. Debió, en el fondo, confiar en el poder del Señor, más que en sus propias fuerzas. De todos modos, Pedro es capaz de pedir ayuda al Señor, ante lo cual Dios acude dándole la mano. Es la actitud que tendríamos que tener, pues se nos invita a confiar en lo que el Señor puede hacer. El Señor nos está diciendo que no nos creamos autosuficientes. Cuando ponemos el acento en nuestras propias fuerzas, como si de nosotros dependiera todo, fácilmente nos alejamos de Dios. Al alejarnos del Señor pecamos a causa de nuestro orgullo. A pesar de nuestros pecados e indiferencias, Jesús nos tiende una mano. Nosotros no podemos salvarnos por nuestras propias fuerzas, es necesaria la acción de Dios, que sana y salva. ¿Qué nos pide el Señor? Nos pide que colaboremos en nuestra salvación, nos pide que nos esforcemos por ser mejores personas y mejores cristianos cada día. No nos exime de algún esfuerzo en este sentido, bastando que tengamos la disposición del alma para cambiar de vida. Si tenemos un corazón disponible, una docilidad para seguir por el camino que nos propone, nuestra vida será transformada por Él. La ayuda necesaria la encontramos en su Palabra, en los sacramentos, que son los remedios y fuerzas para el alma.

Mpbro DR. Tulio Soto

Vicario general Arzobispado de Puerto Montt