Un 71% -en tres años- ha aumentado los nuevos casos de VIH positivo en la Región de Los Lagos. Para ser más precisos, de 90 nuevos pacientes registrados en el Ministerio de Salud en 2013, la cifra creció a 154 nuevos contagiados en 2016, completando un total de mil 149 personas bajo el control del sistema público.
La tendencia local no es más que el reflejo de los números a nivel nacional, donde existe una preocupación de las autoridades puesto que, cuando se creía que la enfermedad retrocedería -debido a que es un tema que se trata con muchos menos tapujos que antes-, el aumento en los últimos años es sostenido.
Situación de temor que incluso llevó a los organismos pertinentes a elaborar campañas en los medios de comunicación para alertar a la población de riesgo.
Según los expertos, estamos lejos de años en donde a las personas con VIH se les estigmatizaba irremediablemente y, junto con ello, veían un empeoramiento ineludible de sus condiciones de vida, llegando incluso hasta la muerte. Hoy, los afectados por el VIH que llevan un tratamiento adecuado, pueden llevar una rutina prácticamente normal, además de estar lejos de los prejuicios de antes.
¿Cuál es el llamado entonces? Que las nuevas generaciones, que no conocieron por experiencia propia las dificultades y temores que provoca la enfermedad, entiendan que se trata de un tema de relevancia y para el cual se deben tomar todas las precauciones necesarias.
En este sentido, la educación -como en tantas otras áreas de nuestra sociedad- es clave. Debemos desarrollar nuestras relaciones sociales, personales o privadas; con las libertades que cada persona disponga, con las parejas sexuales que cada uno estime conveniente -eso a esta altura no puede ser un cuestionamiento para nadie-, pero con la responsabilidad que, como adultos, nos cabe con nuestra salud y la de otros.
Y más allá de los adultos, la vinculación con los menores es prioridad. Se lo debemos a nuestros jóvenes, donde estos temas no se resuelven extendiendo un manto de sombra e invisibilizando la práctica sexual, sino que educando y destacando los peligros a los que uno se expone al no tomar resguardos que están a la alcance de la mano. Hay que preocuparse, sí, pero más hay que ocuparse de entregar educación sexual de calidad.