¿A quién llamamos verdaderamente "maestro"? A aquel que no sólo nos instruye sino que nos enseña a vivir, que nos transmite experiencias de vida que nos enriquecen y nos permiten ser mejores personas. Por eso, a Jesús le llaman "Maestro" por antonomasia porque "enseña con autoridad" - con su testimonio de vida- el camino de Dios sin hacer acepción de personas (cf. Mc 12,14). El evangelio de hoy (Mt 11, 25-30) nos presenta -como en una confidencia- los sentimientos que anidaban en el corazón de Jesús, en su relación de Hijo con el Padre Dios, y su llamado a los cansados y agobiados, invitándolos a encontrar alivio y descanso en El. Comienza con una oración de alabanza que Jesús le dirige a Dios llamándolo con confianza filial: "Padre, Señor del cielo y de la tierra". El motivo es que Dios ha ocultado los secretos de su Reino a los "sabios y entendidos" del mundo y los ha dado a conocer a "los pequeños". Dice: "Sí, Padre, porque así te ha parecido bien". Ese "Sí, Padre" expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, preludio del "no se haga mi voluntad sino la tuya" en el huerto de los Olivos, al inicio de la Pasión. Jesús reconoce haber recibido todo de su Padre celestial, el único que lo conoce y ama totalmente. A su vez, El en cuanto Hijo es el único que conoce al Padre y puede darlo a conocer. La condición para llegar a conocer al Hijo y al Padre es hacerse discípulo de Jesús, aprender de El, que es "paciente y humilde de corazón". En otras palabras, creer implica hacerse "pobre", esto es, sencillo y humilde para recibir el reinado de Dios como una gracia inmerecida. A la vez, poner a los pobres y sencillos en el centro de los proyectos de transformación del mundo. Por eso, Jesús, como un maestro bondadoso puede invitar a todos los que están cansados y agobiados y El les proporcionará descanso y alivio. A diferencia de los maestros de la ley (escribas y fariseos) -que con sus enseñanzas ataban "pesadas cargas sobre las espaldas de la gente pero ellos ni con un dedo las movían"- Jesús exhorta a tomar sobre uno mismo su "yugo" que es "suave" y su carga "ligera", aludiendo al doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo, plenitud de la ley.

Cristián Caro Cordero.

Arzobispo de Puerto Montt.

Ya están desatados, y a todo vendaval, cual avalancha de sorprendente expansión cultural, los XXVIII Temporales Internacionales de Teatro, que en Puerto Montt -por casi todo este mes- organizan la Municipalidad, Gobierno Regional y la Corporación Cultural. Tradicional gran evento, donde exhiben sus talentos histriónicos reconocidos artistas provenientes de Chile, Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela y España. Lo harán en un centenar de funciones en diez ciudades.

La inauguración fue a tablero vuelto, en un remozado y reluciente Teatro Diego Rivera, a la altura del magno suceso teatral. Donde un público, cada vez más identificado con el certamen, aplaudió con admiración y entusiasmo la obra "El Automóvil Amarillo" del Teatro Nacional Chileno.

Puerto Montt debe sentirse muy orgulloso de hacer realidad estos encuentros -únicos además por su extensión- con lo mejor del arte escénico de distintos países. Y de ser, así, un importante aporte a la cultura nacional e internacional, confirmando a la vez los muchos beneficios -intelectuales y de entretención- que conlleva la regionalización artística.

El público, local y visitante, ha reiterado su satisfacción y reconocimiento por estos eventos. Estiman que les enriquece en conocimientos y, en este caso, en lo que es la sensibilidad teatral, al aprender a apreciar los mensajes de cada presentación y la calidad de las interpretaciones actorales en cuanto a los personajes. Igualmente, resaltan la oportunidad de sana distracción en pleno invierno en un recinto muy bien acondicionado, además de ser también un destacable atractivo turístico que ahuyenta la estacionalidad y proyecta a Puerto Montt. Mientras que los espectadores foráneos, generalmente, consideran esta verdadera cumbre teatral como una oportunidad especial para intercambiar iniciativas y experiencias en el campo de las artes.

Destacamos también el notable aporte de los Temporales Teatrales de Puerto Montt a la paz, hermandad y entendimiento entre los países, que tanta falta hace en estos convulsionados tiempos.