Por el renacer del "Pueblito Melipulli"
También llamado Mercado Costanera, es otro de los sellos distintivos de P. Montt, que se busca optimizar en esa calidad.
Otro de los símbolos identificativos de Puerto Montt, es también el siempre pintoresco y llamativo "Pueblito Melipulli", en los últimos lustros conocido como el Mercado Costanera. Complejo que se ha hecho popular por la variedad y agrado de su gastronomía, basada en productos del mar, y por el talento y maestría de sus artesanos, cuyas novedosas obras no dejan de encantar al público visitante, ya sea local o de otras ciudades.
Ubicado en pleno corazón popular puertomontino, -frente al mar y al terminal rodoviario-, en una zona de mucha dinámica, este hoy señero rincón porteño comenzó a ser construido en septiembre de 1988. Y una vez habilitado, se fue desarrollando y consolidando como un singular centro de encuentros de los creadores artesanales, de la gente del mundo del folclore y del arte, y de las familias adeptas a los guisos marinos. Incluso, hubo períodos en la vida del "Pueblito Melipulli", sobre todo en su etapa de apogeo, en que hasta se hacían gratas presentaciones teatrales dedicadas a los niños los fines de semana.
Buenos tiempos en que se podía asimismo observar la talentosa productividad plástica del artista pintor Pablo Fierro, que era uno de los connotados residentes en el "pueblito". Exhibía sus obras y solía pintar en el mismo lugar, para deleite de los espectadores que llegaban al recinto.
Con el paso de los años, hubo desgaste y etapas difíciles. Pero, los locatarios, -artesanos y comerciantes, quienes lo habitan-, han perseverado. Buscando siempre la superación, conscientes que se trata de otro de los importantes patrimonios de Puerto Montt.
Ahora, en ese contexto, el "pueblito-mercado" ha recibido el oportuno y decisivo apoyo del municipio, que busca otorgarle un nuevo impulso, un renacer. Que consiste en reforzar la seguridad para el visitante. Mejorar su infraestructura y servicios. Garantizar calidez, limpieza y orden para todos. Sobre todo, porque así lo exige una capital regional eminentemente turística, como la nuestra, que procura afianzarse como tal de cara al porvenir.