Este domingo 2 de julio no es un domingo cualquiera en Puerto Montt y todo el país. Es muy especial. Y por dos cosas: Uno, porque no siempre se realizan elecciones primarias para que la comunidad escoja -con su voto- a quien anhela ver -ya sea representando a Chile Vamos o al Frente Amplio, en este caso- postulando a la Presidencia de la República en los decisivos comicios del 19 de noviembre. Dos, porque no siempre Chile está presente en una gran final como la de hoy en Rusia.

Los acontecimientos señalados no sólo han provocado expectación a lo largo de nuestro territorio, sino que, también, preocupación. Sobre todo, en las instituciones políticas protagonistas, que temen que las ansias populares de ver a la Roja luchando por el título, inhiban de los comicios de hoy.

Consideramos que la participación ciudadana -organizadamente y con buena voluntad- puede darse para cumplir con ambos eventos. O sea, que bien es posible emitir el sufragio en el transcurso de la mañana de hoy y dejar la tarde para vibrar con la finalísima Chile-Alemania.

Es cuestión de buen ánimo y de organizarse, para no fallarle a Chile en el cumplimiento de los deberes cívicos y también de apoyo a su Roja querida.

Las recomendaciones postulan a no abstenerse y concurrir oportunamente a las urnas. Y marcar la preferencia por aquel candidato que encarne las mejores virtudes de solidario y patriótico servicio público, que tenga claras ideas sobre el bien que quiere para el país y sólidos programas para materializar esos objetivos, así como también la convicción de darlo todo por Chile y los chilenos.

Y frente a la finalísima futbolística, congregarse en familia y vibrar -muy unidos- con la definición Chile-Alemania, apoyando a la distancia a los muchachos de la Roja. Y en el caso de conquistar el copón internacional, celebrar como corresponde. Con sana alegría, orden y tranquilidad, permitiendo que todo se desenvuelva en completa normalidad, incluyendo los mismos comicios primarios de la jornada. ¡Por un domingo inolvidable, salud!

Jesús dijo a los discípulos que quien ama más a sus padres e hijos no es digno de Él. Tampoco es digno de Él quien no toma su cruz y lo sigue. Les dice también que quien encuentre su vida la perderá, pero quien pierda su vida por Él la encontrará. Agrega que quien recibe a los discípulos lo recibe a Él, y cualquiera que les dé de beber, aunque sea solo un vaso de agua, no quedará sin recompensa (cfr Mt 10, 37-42). Cuando Jesús afirma que el amor por Él debe ser superior al amor por los demás nos deja desconcertados, porque es natural querer y amar a los padres, a los hijos, a los parientes más cercarnos y también a tantas personas, amigos y conocidos, que encontramos a lo largo de nuestra vida. Pero Jesús no nos dice que debemos odiar, al contrario, nos invita siempre a amar y servir. Si bien la familia tiene un valor insustituible, un valor en sí, y cada persona tiene un valor propio, algo que debemos promover y proclamar, cuando hablamos del seguimiento de Cristo, se trata de un amor radical. Pensemos en tantas personas que por seguir a Cristo han dejado todo, casa, familia, trabajo, proyectos, etc. Son muchos los que por anunciar al Señor renuncian a sus proyectos personales, tratando de que Cristo sea el centro de sus vidas y procurando que el anuncio del Evangelio, la buena noticia de Cristo, se proclame al mundo entero. Jesús nos invita a ponerlo en primer lugar, en el centro de nuestras vidas, pues quiere regalarnos su amor. Es tal el amor que nos tiene que entregó su vida por nosotros en la cruz, para darnos une vida nueva (cfr Rom 6, 3-4. 8-11). Jesús nos pide cargar con nuestra propia cruz y seguirle. Esto significa aceptar la voluntad de Dios. Nuestras cruces las encontramos en la propia condición humana, débil y pecadora, una vida con errores y limitaciones, nuestras frustraciones y fracasos. Lo importante es seguir adelante, a pesar de las dificultades y contrariedades de la vida, aceptando el querer de Dios. Al seguir al Señor, nos encontraremos con personas a las que debemos amar y servir, especialmente a los pobres y necesitados de la sociedad. Nuestros esfuerzos al servir a los demás no quedarán sin una recompensa, que es prometida por el Señor para la vida futura.

Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado.