Cuando se aborda lo referente a la "calidad de vida urbana", y en un plano de avanzado rango académico, como ocurrió con lo analizado por las áreas respectivas de la Universidad Católica y la Cámara Chilena de la Construcción -que reveló el primer lugar para Puerto Montt-Puerto Varas entre las diez áreas metropolitanas del país-, en el caso de la capital regional, llama mucho la atención que no se tome en cuenta para nada ese tremendo espacio físico y potencial turístico que es la Isla Tenglo, que está a unos cuantos metros de nuestra ciudad puerto, cual monumento a la falta de ideas, desidia e indiferencia. Como si diera lo mismo que ese singular territorio estuviese allí enclavado y sobreviviendo artesanalmente y con lo mínimo. Y hasta como lugar en el cual abandonar animales y en sus playas arrojar desperdicios.
Y así como Alerce, en su calidad de ciudad satélite y de comuna emergente, debe ser considerado en los planes de conurbación para la formación de la gran metrópolis Puerto Montt-Puerto Varas, ese gran símbolo puertomontino que es Tenglo también amerita, sin duda, ser valorado como corresponde a un atributo natural que es la principal característica de Puerto Montt y lo primero que despierta la curiosidad y admiración de los turistas. Huéspedes que no logran comprender por qué el desaprovechamiento de semejante patrimonio geográfico.
Al enfocar el presente y porvenir de Tenglo, invariablemente, surge el recuerdo de las propuestas integradoras de la ínsula a un pleno desarrollo turístico, presentadas hace algunos lustros por connotados arquitectos puertomontinos de la talla de Juan Leonhardt Catalán y René Fischman Lohaus.
La visionaria mirada de ambos incorporaba a la isla al progreso, mediante un puente y un camino de circunvalación, planificaba sus espacios para un gran parque forestal y otros atractivos, mientras que en sus riberas consideraba marinas y escenarios para los deportes acuáticos.
Tenglo -empoderado- sería un potente aporte a la calidad de vida urbana y al despegue económico.