Llegamos hoy -en el Día de la Madre-, con el frescor de este ramo de palabras y sentimientos, colorido de amor y gratitud, perfumado de emociones, como un sincero obsequio -en esta fecha tan especial- a cada una de las bienaventuradas madres de Puerto Montt y la región.
Conmovidos, saludamos a las admiradas y queridas mamás. A aquellas que nos continúan acompañando y animando a superarnos. Y, desde una fervorosa oración, a las que partieron para siempre y cuyo recuerdo no deja de consolarnos.
Sobre todo, es un saludo agradecido a esa infinita generosidad de madre, que lo sufre y da todo por el bienestar y protección de sus hijos, cualesquiera sean sus edades. Para ellas, siempre habrá un ser indefenso en cada uno de ellos y ellas, a quienes acariciar, abrazar, defender, ayudar.
Sobre la bendita madre, descansa la enorme responsabilidad de guiar los primeros pasos del futuro ciudadano, cimentando, junto al señero esfuerzo de papá, los valores trascendentes que luego habrán de manifestarse en bien de una sociedad que avanza a ritmos acelerados.
Para quienes gozan de la dicha de tener, físicamente, a tan querido ser y para aquellos que la han perdido, es oportuno y grato homenajearlas en su día, ya que indudablemente ellas son el símbolo de todo lo bueno, positivo y noble que todavía queda como reserva moral y base de una sociedad que se desangra por subsistir.
Por ello, jamás seamos ingratos con mamá. Sobre todo, nunca dejemos de demostrarle nuestro cariño, lealtad y el reconocimiento que le profesamos, de manera muy concreta, a través de cualquier gesto amoroso. Como pueden ser un florido regalo, un afectuoso abrazo o un tierno beso en su mejilla. Y hagámoslo no sólo en este día del año dedicado a la madre. Ojalá, cada día, haya para ella una muestra de amor filial agradecido hacia esa mujer, de cuyo vientre nacemos y cuya vida da por nuestro bien. Y así no sea tarde, para lamentarnos de frialdad y descariño, de indiferencia e ingratitud. ¡Mamá, gracias, te quiero! Siempre.