Esta semana que se inicia, Puerto Montt será sede del Primer Congreso Nacional de Gastronomía, Cahuín 2017. Nuestra ciudad albergará a cientos de chefs, que reunidos en el Arena, se capacitarán, intercambiarán experiencias y conocerán de primera mano el cultivo de salmones y choritos, y la rica gastronomía de nuestra zona.

La actividad, que se extenderá por tres días, será la ocasión propicia para seguir poniendo en valor nuestros productos, aquellos que nos caracterizan y dan fama. Esta capital regional se debe sentir orgullosa de los productos que emergen del mar, porque a partir de allí, hay otras industrias que se potencian, como el turismo y el comercio. De hecho, dos de los expositores que vienen al seminario enfocarán justamente estos elementos, de cómo la gastronomía ha convertido a Perú, por ejemplo, en un destino gastronómico o sobre cómo Santa Cruz, Sexta Región, se convirtió en un fenómeno turístico a partir de la industria del vino y la gastronomía.

Ejemplos hay muchos sobre cómo la gastronomía ha transformado localidades o países, porque el efecto en cadena es grande y, de eso, debiéramos aprender en este evento en la entrada a la Patagonia.

El tema no es menor, si consideramos la proyección de este territorio, con muchos inversionistas mirando al sur, producto del cambio climático y la migración desde territorios más poblados, como la zona central por ejemplo, hacia zonas más verdes y sustentables como la nuestra.

En consecuencia, la mirada integral debe considerar a la gastronomía como un pilar fundamental, no sólo por lo descrito, sino porque además como región tenemos platos y preparaciones únicas, que potencian nuestra oferta; pero además, van muy de la mano de la tendencia mundial del consumo de productos sanos y sustentables, que justamente abundan en nuestras costas.

Puerto Montt, capital gastronómica de Chile, es un eslogan que con acciones como éstas, se comienza a perfilar como una realidad que nos debe enorgullecer.

Jesús se aparece a los discípulos y les saluda regalándoles la paz. Jesús les muestra las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al verle. Nuevamente los saluda con su paz y envía a los discípulos (cfr Jn 20, 19-21). Luego, sopló sobre ellos, diciéndoles que reciban el Espíritu Santo y que los pecados serán perdonados a quienes se los perdonen, y serán retenidos a los quienes se los retengan (cfr Jn 20, 22-23). Tomás no estaba con los demás discípulos cuando llegó Jesús. Por eso no creyó. Ocho días más tarde apareció Jesús, quien dice a Tomás que no sea incrédulo, sino hombre de fe. Jesús también afirma que son felices los que creen sin haber visto (cfr Jn 20, 24-29). El Evangelio nos muestra a Jesús que se encuentra con el grupo de los discípulos. Este encuentro es causa de alegría para cada uno de ellos. Ellos se sienten reanimados y fortalecidos en la fe. Jesús también los envía en la noble misión de anunciar su amor al mundo. Jesús regala su paz a los discípulos. Ellos ya no sienten temor, pues Jesús les concede la paz verdadera, que no es la paz del mundo. La paz es un don para sus vidas, un regalo para aquellos que profesan la fe en el Señor, vencedor del pecado y de la muerte. Jesús envía a los discípulos, de ayer y de hoy, para anunciar el Evangelio, de modos de podamos ser testigos de sus amor. Anunciarle significa comunicar al mundo del amor de Dios por sus hijos, lo que también implica creer en la infinita misericordia de Él por cada uno de nosotros. Al enviarles, les concede la facultad de perdonar los pecados, lo que significa que Jesús instituye un sacramento con el fin de que el ser humano logre la paz del alma. Nosotros, que nos consideramos débiles y pecadores frente a Dios, estamos invitados a recibir el perdón del Señor. Lo único que el Señor nos pide para obtener la reconciliación, la paz del alma, es tener un corazón arrepentido y el firme propósito de no volver a pecar. Hoy es la Fiesta de la Divina misericordia. Acojamos el amor y la misericordia de Dios y propongámonos tener un corazón más misericordioso, desterrando de nosotros el odio y todo tipo de rencores, perdonando de corazón a quien nos haya ofendido, de modo que vivamos en paz.

Pbro. Dr. Tulio Soto.

Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.