En el Día Internacional de la Mujer, las saludamos con el mayor respeto, aprecio y amor, donde quiera se encuentren y tarea que desempeñen. Es la propicia oportunidad para comprometernos cada día más para acabar con la sociedad discriminatoria y hasta violenta creada ante la mujer y darles el lugar de gran pilar social que son.
Siendo la más perfecta compañía y complemento del hombre y generosa fuente de multiplicación humana, hace bien al alma reconocer públicamente, ante todos, las sublimes virtudes de la mujer y la decisiva importancia del género femenino en la existencia humana. Mujeres a las que vivimos unidos por siempre en nuestro caminar terrestre.
No podemos dejar de admirar y resaltar la abnegada generosidad de la mujer, que puede impulsarlas hasta los más increíbles actos de heroísmo, cuando se trata de ayudar al que sufre o está en un grave riesgo, tenga o no vinculación con ella. Lo que, por demás, hacen a través de tantas instituciones humanitarias, incluyendo las congregaciones religiosas. Se ocupan de prodigar cariño y socorro a gente desamparada y enferma, a niños y ancianos desvalidos.
Así también, ellas han debido librar arduas batallas para conquistarse un espacio influyente en la sociedad, donde -ejerciendo un liderazgo- hacen valer su inteligencia, gran corazón y sensibilidad. Sus capacidades de justicia, espíritu constructivo y unificador, como al mismo tiempo su austeridad y disposición al ahorro pensando en el futuro.
Hoy, y desde hace varias décadas, han demostrado que pueden realizarse en lo que deseen, no hay límites de rubros y que lo pueden hacer tan bien como cualquiera. Las barreras y prejuicios en las labores compartidas, cada vez son más débiles.
Ahora es tiempo de consolidar todo lo que nuestra sociedad ha construido sobre la importancia de la mujer, en todos los ámbitos, y tener el nivel de discusión pertinente para eliminar las brechas aún existentes, así como también velar porque ninguno de los beneficios de un género, vaya en desmedro del otro. Feliz día a nuestras mujeres.