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La historia de Antonia, cuya muerte inició una campaña que pide justicia

TRAGEDIA. La madrugada del martes 7 de febrero, Antonia Garros se lanzó del piso 13 de un edificio de Concepción, un caso que ha generado una campaña para que se estudie la incorporación a la legislación de la figura de la "inducción al suicidio".
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Lesly Zurita Arriagada

Luego del trágico fin que tuvo la vida de la joven penquista Antonia Garros, de 23 años, quien la madrugada del martes 7 de febrero se lanzó del piso 13 de un edificio en Concepción, la familia y amigos de la joven, con el apoyo del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género de la Región del Biobío, han iniciado una fuerte campaña para que se estudie la incorporación a la legislación chilena de la figura de la "inducción al suicidio". Aseguran que en este caso se configuraría esa figura, que en otros países es sancionada penalmente.

Por ahora, la investigación del caso de Antonia -que está a cargo de la Unidad de Delitos Violentos de la Fiscalía de Concepción- está caratulada como suicidio, ya que se ha descartado la participación directa de terceros. Sin embargo, la familia ha pedido que se aclare qué ocurrió en los momentos previos a que la joven se lanzara del piso 13 del edificio.

En el entorno de Antonia buscan también que el caso de la joven estudiante de gastronomía sirva para iniciar un debate nacional sobre cómo prevenir y sancionar eventuales casos de violencia en el pololeo.

La relación

Un año y ocho meses duró la relación entre Antonia Garros y su pololo, Andrés Larraín (33). Se conocieron en un "carrete", según cuenta su hermana Rosario Cáceres (21), quien estuvo en aquella ocasión.

"Él vivía en Villuco con sus papás y nos invitaron a través de una amiga a hacer la previa (de la fiesta) a su casa. Nos fuimos a una discoteque y él se quedó. Pero después volvimos, estuvimos como 10 minutos y llamamos a mi mamá para que nos fuera a buscar, porque nos cayó pésimo", asegura Rosario.

Por eso le llamó la atención que Antonia comenzara una relación con él, aunque cree que puede haber influido que era mayor y que andaba en moto.

Según asegura su familia, la relación hizo que Antonia cambiara de actitud. Dicen que era de salir a fiestas con sus amigas, que siempre llegaba a la casa y que generalmente, era su mamá, Consuelo Hermosilla, la encargada de ir a buscarla a las discoteques. Con su nueva relación, Antonia ya no llegaba y ni siquiera avisaba en su casa que no regresaría a dormir, explican. "La llamaba, no contestaba, era como si vivieran en un búnker. Me acuerdo haber estado en una noche pegada al citófono para que me abrieran", recuerda su madre.

En mayo de 2016, Andrés se fue a vivir solo a un departamento en Concepción, y la lejanía de Antonia empeoró. "Ahí se quedaba como tres días y me decía 'es que Andrés se angustia de estar solo'. Hasta que hablé con Andrés, le dije que Antonia tenía un problema familiar cada vez que se quedaba en su casa, que eso a mí no me gustaba, que sólo eran una pareja de pololos y él me respondió lo mismo que ella, que se angustiaba", dice Hermosilla.

Más allá de quedarse afuera, Antonia comenzó a alejarse de sus amistades y también de las actividades familiares, pese a que siempre se caracterizaron por ser muy unidos. Su prima, Francisca Hermosilla, recuerda que "cuando había onces o alguna actividad de fin de semana, la Anto decía que sí todo el rato y a última hora inventaba una excusa para no ir. Y se saltaba todo".

Las denuncias

El 9 de diciembre, Antonia denunció que era golpeada por su pololo, luego de que comenzaran una discusión que incluyó golpes, la que fue grabada por las cámaras de seguridad del edificio de su entonces pareja. "(En el video) se ve que abre la puerta y la Anto sale volando y cae. Aparecen los conserjes -que estaban limpiando un departamento nuevo- y le dicen 'mi niña, salgamos de acá'. Le había pegado unos combos en el estómago y unas patadas", asevera su hermana Rosario.

En aquella oportunidad se denunció a Larraín por lesiones; sin embargo, al no estar en contexto de violencia intrafamiliar por no ser oficialmente convivientes, sólo se trataba de una falta. Por lo bajo de la condena que se arriesgaba, se desistió de la ratificación de la denuncia y la familia intentó buscar justicia a través de las redes sociales.

Rosario escribió una carta en nombre de su familia y publicó en su perfil de Facebook, describiendo lo que le había sucedido a su hermana junto con datos y fotografías de la ex pareja. Todo esto con el objetivo de "funarlo" socialmente. También empezaron a estudiar sobre la violencia de género y a acompañarla para que no se sintiera sola, preparar actividades para que su mente se mantuviera ocupada y no pensara en tomar contacto con su ex pololo.

Las primeras dos semanas tras ese episodio, Antonia durmió junto a su mamá. "Antes de acostarse, ella decía 'ya, ¿quién va a dormir conmigo? y cuando se acostaba yo le tocaba su guatita; estaba tan flaquita", dice su mamá.

El 16 de enero se fue de vacaciones a Pucón; en febrero tenía programado irse a Maitencillo con su familia y luego a Santiago con una amiga.

Su entorno creyó que todo estaba bien, que el contacto se había cortado, pese a que sabían, por el material que habían estado leyendo sobre este tipo de casos, que los ciclos de una mujer agredida no se rompen tan fácilmente y que la relación podría retomarse.

Sin embargo, ella los engañó, simuló tener una nueva relación, cuando en realidad, dos semanas antes de su muerte, había retomado el pololeo. Sólo se lo comentó a una amiga, el mismo día de su muerte, mientras que su familia se enteró cuando ya era demasiado tarde.

Perfil de antonia

Antonia Garros tenía 23 años y la semana pasada debió haberse matriculado en Inacap Concepción-Talcahuano, para iniciar su segundo año y final de la carrera de Gastronomía Internacional. Sus planes, al finalizar su carrera, eran irse a España, donde tenía una oferta para dedicarse a la cata de aceite de oliva.

Pero antes de la gastronomía, sus gustos se centraban en la moda. De hecho, tras egresar de cuarto medio, pasó un año en Buenos Aires, estudiando dirección de arte.

Sin embargo, dejó la carrera y a su regreso al país también cursó dos años de sicología en la Universidad Andrés Bello. Esa carrera tampoco le gustó, por lo que decidió incursionar en la que también era su pasión, ya que siempre le gustó la repostería y especialmente la decoración.

Según relatan sus cercanos, la personalidad de Antonia era muy afable. Bromeaba con todos (profesores del instituto, amigos) y le encantaba salir a bailar con sus amigas.

Sin embargo, en su entorno aseguran que el inicio de su pololeo la hizo cambiar mucho y la alejó de sus amistades e incluso de su familia, a quien le ocultó hasta el final que dos semanas antes del trágico final había retomado la relación con quien -según aseguran en su entorno- la había agredido en varias oportunidades.

En el colegio

En su familia admiten que el estudio no era lo de ella y su personalidad, tildada como desordenada, hizo que fuera expulsada del Liceo Alemán tras repetir dos veces séptimo básico y por mala conducta. "Siempre la amenazaba con que si la echaban del colegio, la iba a matricular en uno subvencionado, pero cuando pasó, no me la aceptaban en ningún lado y mi única opción fue una escuelita en Candelaria", recuerda su madre.

Mientras que en su antiguo colegio formaba parte del grupo de "las populares" y en los recreos sólo se dedicaba a pasearse, en su nueva escuela siempre tenía las mejillas coloradas por andar corriendo por jugar fútbol u otro juego de niños y demostró que el cambio no le afectó.

El estilo de vestuario, maquillaje y pelo era algo primordial y que cultivó desde pequeña. Cuando fue creciendo, el gusto por la ropa y accesorios fue aumentando y su madre tenía que constantemente comprarle lo que le pedía. "Me lo sacaba por cansancio", dice ella. Así también, era fanática de las compras en internet y de los encargos a través de Aliexpress, desde donde precisamente llegó un pedido a su casa, tras su muerte.