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Daniela Vega: "Más que sobrevivir, lo que hace mi personaje es vivir"

CINE. La actriz protagoniza la nueva cinta de Sebastián Lelio, "Una mujer fantástica", que pretende, al igual que "Gloria", examinar en profundo a un personaje femenino, esta vez desde la transexualidad.
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Pamela De Vicenzi

Cuatro años después de que "Gloria" se estrenara en el Festival de Berlín, el realizador nacional Sebastián Lelio llega al mismo certamen para presentar su último largometraje, "Una mujer fantástica". Protagonizada por la actriz transexual Daniela Vega, junto a Francisco Reyes, la película narra una historia de amor entre dos adultos que se ve truncada por la muerte.

Si bien el director sigue la línea de su producción anterior, en la que analiza a fondo un personaje femenino, esta vez lo hace desde otra arista. Habla de los prejuicios que giran en torno a ella por ser transexual y que se presentan como dificultades en la cinta. Sin embargo, dijo Vega, más bien son oportunidades para reunir fuerzas y salir adelante.

Resiliencia

Daniela Vega encarna a Marina, una mujer que trabaja como mesera y aspira a ser cantante. Mantiene una relación con Orlando (Reyes), dueño de una imprenta y 20 años mayor que ella. Sus sueños y planes para el futuro se interrumpen cuando él muere repentinamente.

A partir de allí, Marina debe enfrentar una serie de situaciones, desde las sospechas en torno a ella sobre la muerte de su pareja hasta el rechazo tajante de la familia de él de asistir a su funeral. La protagonista intentará hacer justicia por Orlando y ella pese a los obstáculos y a los insultos por parte de quienes no aceptan su identidad de género.

Vega puntualizó que el fin de la película no es mostrar una enseñanza, sino que contar una historia de amor. "Mi mensaje en realidad no sé si tiene mucha importancia, porque todo el mundo sabe que son transexual y que soy pro género, pro diversidad, pro sexualidad", señaló.

La actriz agregó que se quiso "construir el personaje a través de las posibles debilidades de Marina y convertirlas en fortalezas. Intenté ocupar la resiliencia del personaje como un arma de batalla. Intenté de alguna manera hacer que el personaje cobrara vida desde sus fortalezas y capacidades que desde sus limitaciones, porque no quería que el personaje fuera miedoso, sino luminoso. Y para poder iluminarlo necesitaba entrar en un espacio de luz y también gozando de lo que estaba haciendo. Si no lo gozaba, si no había un espacio de goce, esto se convertía en un drama. Y esto no es un drama, esta es una historia de amor".

Remarcó además que esa luz tiene que ver con "intentar crear un personaje distinto a lo que podemos ver en el cine que tiene que ver con la transexualidad. Este personaje está aquí para hacer preguntas, más que para dar respuestas. Más que sobrevivir, lo que hace es vivir, toma la vida de sus propias astas y lo que hace es encontrar en cada uno de los capítulos que se le presentan una posibilidad de salir adelante. Marina no ve problemas, ve oportunidades".

Aunque en el camino pierde a su pareja, Marina no estará sola, aseguró Vega. "No es un personaje lacrimógeno. Tiene sus amigos, tiene su familia, está siempre con su hermana, su cuñado. Marina se queda sin su pareja, se le rompe un pedacito del alita, pero no se queda sin alas".

Finalmente, la actriz mostró gratitud con Lelio y el elenco, integrado por el propio Reyes, Aline Kuppenheim, Luis Gnecco, Amparo Noguera y Nicolás Saavedra. "Estoy súper contenta con la experiencia de haber trabajado con Sebastián y con grandes actores chilenos que me entregaron muchísimas herramientas técnicas y actorales para que yo pudiera crear el personaje (…) Todos los personajes que he hecho han sido difíciles porque tienen un cuerpo particular. En el caso de Marina, lo difícil del personaje es que es un protagónico absoluto. Soy una actriz chilena que ha hecho sus cosas, pero nunca algo tan grande como esto".

Ficción, historia y acontecimiento

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Leo al mismo tiempo varias novelas de tema histórico, algunas son derechamente novelas históricas en el sentido tradicional, porque reconstruyen ficcionalmente un episodio histórico. La mecánica es simple o lo parece, se ilumina un acontecimiento del pasado para lanzar una tesis sobre el presente. Generalmente está centrada en la comparecencia de un personaje icónico que concentra la acción narrativa.

El correlato histórico funciona, en ocasiones, como un modo de corregir un elemento o una disputa actual o para emitir un juicio que problematiza un conflicto no resuelto y para eso se indaga en el pasado, de modo que éste ilumine una situación del presente. Dicha corrección o revisión sirve para fundamentar un argumento político.

Quizás lo menos interesante del género de la narrativa histórica es cuando se intenta reconstruir una especie de modelismo retórico que congela un momento, casi con una intención museológica. En el caso de la novela de Leonardo Padura, El Hombre que Amaba A Los Perros, no se trata de eso. La situación histórica política funciona como un hecho que entra en conflicto con el presente, que es de donde se cuenta la historia narrada. En esta novela hay un acontecimiento que le pertenece a la cultura comunista, con la que de algún modo el narrador ajusta cuentas, al describir los dogmas y las conductas de un sistema ideológico, propio del siglo XX, y sus obsesiones por la construcción de una verdad artificial.

La novela es sobre el asesinato de Trotski, aunque también es la historia del asesino del caudillo que resistió a Stalin o del personaje que tuvo la misión de matarlo, Ramón Mercader. Pero también hay una tercera posibilidad, la de un personaje, con pretensiones de escritor, que cuenta su encuentro en una playa de La Habana con "el hombre que amaba a los perros", que se hacía acompañar de unos canes rusos. Todo depende de la mirada del narrador o del foco narrativo. Por el relato uno puede suponer que los soviéticos nunca dejaron solo al agente Ramón Mercader, luego de cumplir su misión, el que antes de viajar a Moscú tiene una estadía en Cuba.

En algún momento en la historia del comunismo la práctica del revisionismo, tanto histórico como teórico, era visto como una desviación peligrosa, porque los textos canónicos y el dogma que le sucedía no podían ser tocados. El recurso del revisionismo histórico es un tópico fundamental para el trabajo literario y cada cierto rato se recurre a él para resolver cuestiones estratégicas. Y ahora que está de moda nuevamente el género, las metodologías de la visita histórica cambian. En este punto recuerdo el modo levemente freak que asume la narrativa historizante de Baradit al referirse a personajes históricos como Balmaceda o Allende, más acorde con el estilo del periodismo literalitoso, banal y de consumo.

Paralelamente leo la novela Rugendas de Patricia Cerda (antes leí Mestiza de la misma autora) que en cierto aspecto recurre a un archivo histórico tradicional, porque la autora viene de esa disciplina. En la narradora hay una opción por el sujeto femenino en diferentes episodios de la historia chilena; aquí también se practica una revisión crítica del rol de ese signo en la historia republicana.

Lo entretenido a veces, a pesar del poco valor conceptual del adjetivo "entretenido", es leer en clave novelesca ciertos episodios históricos contados por el típico manual o por las "historias oficiales". Lo comento porque suelo tener a la mano esos volúmenes mamotréticos, que son más un gesto editorial monumental que un proyecto potente de investigación histórica. Por ejemplo, en mi casa tengo un librote de las 100 batallas más importantes de la historia, las que suelo revisar como quien visita un museo y otras sobre la Segunda Guerra, que es un tema sobre el que me gusta leer.

Por eso, cuando en una casa de campo en Casablanca me topé con un libro de Lenin, La Enfermedad Infantil del Izquierdismo en el Comunismo, editado por la célebre editorial Quimantú de la época de la UP, entendí que la voluntad de ficción es superior en el delirio político, irremediablemente. El narrador leninista construye su relato a partir de sus certezas en relación a una especie de guerra de ocupación de lugares en que el proletariado y su vanguardia partidaria es la protagonista. Es impresionante el desfile de personajes y de situaciones conflictivas que, dado el modo delirante de su tratamiento, tienen un profundo componente ficcional. Todo esto me remitía a la novela de Padura en donde sus personajes están determinados por esos delirios dogmáticos que los obligaron a vivir vidas profundamente ficcionales.

Marcelo Mellado