No cabe duda, que todos estamos complacidos con el proyecto de un servicio ferroviario entre Alerce y Puerto Montt, porque reportará un mejor, más fluido y cómodo desplazamiento de la gente, que hasta ahora debe soportar incómodas y prolongadas congestiones vehiculares entre ambos sectores urbanos. Lo que representa un escollo más en el cada vez más atribulado tránsito de la capital regional.
Sin embargo, la interesante propuesta tiene algunos aspectos preocupantes, que ameritan de un análisis más a fondo, para que esta iniciativa de solución vial no pase a transformarse en otro problema que agrave más todavía la crónica enfermedad urbana del tránsito local.
La inquietud que comienza a surgir, tras el anuncio de este plan de un tren de corto alcance en la comuna, se refiere al traslado de los pasajeros provenientes de Alerce desde la estación en La Paloma hasta el centro de Puerto Montt, desde donde se supone cada persona se dirigirá a su lugar objetivo. Se habla, en consecuencia, de la inclusión de un servicio especial de buses, destinado a ese público, coordinado con las llegadas del tren.
Entonces, la inquietud que surge se refiere a que un movimiento vehicular semejante podría complicar todavía más el ya embrollado tránsito puertomontino, que a estas alturas -en especial cuando comiencen las clases- ya está requiriendo de un plan de restricción vehicular. Las estrechas y empinadas calles porteñas, más un parque automotor que no para de crecer y el surgimiento de nuevos servicios de taxis, obligan a la adopción de medidas cada vez más audaces y eficientes.
Es primordial estudiar más en profundidad la posibilidad de echar a andar este adelanto ferroviario. Para que no incomode a los usuarios ni agrave a nuestra locomoción en vías de colapso.
Son los costos que Puerto Montt paga por errores pasados. Como haber retirado la vía férrea que llegaba al centro, sin mirar al futuro. Y así hoy no estaríamos acosados por esta problemática.