La candidatura presidencial del senador independiente Alejandro Guillier es la demostración palmaria de que los paradigmas políticos de la post dictadura entraron en un proceso de cambio irreversible. Ni todo el prestigio del ex Presidente Ricardo Lagos Escobar ha sido suficiente para reconquistar a una ciudadanía que, ahora mucho más exigente, no se conmueve ya con los recuerdos de aquellos años de progreso y orden llamados de la transición, que ya no busca líderes de corte autoritario, sino simplemente a uno de los suyos, con características de cercanía y confiabilidad, junto a quien construir un programa de trabajo. Tal vez por hastío, pero también producto de esa mutación que nos lleva hoy a seguir a uno a quien incomoda especialmente el trato desigual en un país que no respeta ni a sus regiones ni a sus habitantes más vulnerables. Y cada día somos más quienes buscamos por su intermedio conmovernos y volver a sentir que la participación política de la mano de un líder firme y acogedor como lo ha sido Alejandro Guillier, es posible. Es en este país egoísta, escenario pletórico de abusos públicos y privados, el espacio en medio del cual se alza hoy la figura del Senador por Antofagasta, como la única alternativa real de gobierno para quienes de verdad aspiramos a vivir en un país sin privilegiados y sin abusadores impunes. En un Chile más justo y más humano. Es verdad, Alejandro Guillier habla poco y cada vez menos desde esa política del club de los mismos de siempre, de la cocina chica, y en cambio habla mucho desde el sentido común y el corazón de los ciudadanos. Le resulta fácil simplemente porque es uno más de nosotros, y como tal ha vivido y caminado por Chile empapándose de lo que somos y queremos como país. Mucho se ha criticado al futuro presidente de Chile por una supuesta falta de ideas o de peso político, siempre medido con la vara del ayer, cuando en verdad quienes le critican no alcanzan a ver la trascendencia de lo que Guillier representa para la política chilena del mañana. Nuestro candidato ha dicho que no pretende refundar la república, pero si algo es seguro es que será el primer gran paso para liberarnos del lastre de la mala política.

Nofal Abud Maeztu. Abogado.

En cada temporada veraniega, las playas cumplen un rol fundamental e indispensable en el marco de los requerimientos de recreación y buen pasar de la población que sale de vacaciones o que descansa los fines de semana.

Particularmente, esto se presenta en las riberas del Lago Llanquihue y de la cuenca del Seno del Reloncaví, donde las playas que se encuentran oficialmente habilitadas, deben disponer de los imprescindibles equipos humanos de salvataje y la necesaria implementación preventiva. Esto implica que los salvavidas allí instalados deben estar disponibles todo el tiempo y cuando deban ausentarse tienen que dejar un sustituto. Lo prioritario es que el lugar nunca carezca de este apoyo socorrista profesional, que es garantía de seguridad y confianza para la gente que llega a las playas a bañarse o simplemente para tomar algo de sol.

El reciente desaguisado de presentar las playas puertovarinas sin el resguardo de rigor, es una preocupante experiencia que no debe repetirse. Y que amerita adoptar todas las precauciones para que la protección prevalezca en cada una de ellas, como en las autorizadas de la región.

Convengamos que el gran atractivo de nuestra provincia y región es la simpar hermosura de su naturaleza, principalmente en torno a sus lagos, ríos y mar. Lo que significa una ineludible imán para los turistas que, precisamente, vienen por estos lares ansiosos del saludable disfrute paisajístico e incontaminado ambiente tan propios de nuestro sur. De tal modo, que velar por la óptima calidad del bordemar y las costas acuáticas -las playas de uso de verano permitidas-, es de primordial importancia para un eficaz funcionamiento de la industria del turismo. Además, que es una realidad que -hasta en días grises y de lluvia- los panoramas marítimos, lacustres o fluviales tienen su encanto especial. Algo que mucho añoran los turistas provenientes de zonas mediterráneas, especialmente.

Playas bien resguardadas y acogedoras, y visitantes prudentes que mucho se cuidan, debe ser la consigna de un verano inolvidable en el sur.