Todas las inquietudes que surjan en torno a los imperativos de mejoramiento de las capacidades portuarias de Puerto Montt -inveterada aspiración local-, siempre serán un gran aporte al impulso que requiere a este endémico anhelo de hacer de nuestro puerto la gran base marítima estratégica, que abra el periplo hacia los destinos patagónicos y también se conecte hacia más al norte y en otras proyecciones.
Ya afianzado Puerto Montt como uno de los destinos sudamericanos importantes, así considerado por la industria global de cruceros, dicho rango trae como consecuencia que sus recursos y equipamientos necesiten estar a la altura de esa calidad y merecimientos. Lo que implica -como ahora reflexionan las autoridades de Empormontt, especialmente- ir pensando ya en dar un paso importante en la optimización del terminal de pasajeros de los mega transatlánticos, que en buen número recalan aquí en cada temporada. Vale decir, comenzar por reemplazar la inapropiada carpa donde actualmente se les atiende por una estructura más adecuada, como asimismo implementar mejor y aportar más espacios en el proceso de recepción turística. Es lo que demandan los tiempos modernos y los viajantes globales, que ansían la mayor fluidez y comodidad en sus desembarques, para emprender con prontitud sus recorridos de conocimiento y solaz.
Por ahora, lo que preocupa es el financiamiento de estos necesarios cambios en el puerto. La tarea este año, por tanto, será realizar un estudio integral de la situación, precisar las alternativas y resolver la más conveniente, de acuerdo a las opciones económicas que determinará un análisis a fondo.
Es en estos proyectos, -claves para el desarrollo local-, que es fundamental romper esquemas y lograr la mancomunión público-privada. Una unidad que es sinónimo de palanca impulsora y nacimiento de grandes obras, camino a la modernización de los tiempos, donde quedarse al margen es permanecer estancados en el subdesarrollo. Y Puerto Montt ya está lanzado. Con sólo un empellón le basta.