Cuando está por expirar otro año en el devenir de Puerto Montt, las señales que confirman el prometedor destino turístico de la capital regional se hacen más notorias y corroborativas de la prosperidad local en ese porvenir.
Se ha venido confirmando, sobre todo en los últimos meses, a través de encuestas y estudios especiales, la mención de Puerto Montt entre los destinos preferidos, incluso en el turismo de aventura, de los turistas internacionales y de nuestro mismo país. Popularidad que de alguna manera revela que la capital de la Región de Los Lagos -por sus bellezas naturales, su estratégica ubicación, su condición de portal de acceso a la zona patagónica, sus potencialidades patrimoniales, la hospitalidad de su gente y el espíritu emprendedor imperante- es una ciudad puerto interesante de visitar y conocer.
Los puertomontinos debemos estar conscientes de esta realidad. Y, por lo tanto, dispuestos a sacarle lustre a todos esos atributos. Ya sea invirtiendo en potenciarlos, trabajando en corregir sus defectos, buscando su optimización. Mejorando siempre, tras la perfección. Dejando el conformismo de lado. Eliminando la indiferencia. Transformando la insatisfacción en protagonismo. De eso se trata.
Toda esas favorables impresiones que está despertando Puerto Montt, esa buena imagen que refleja, amerita consolidarse. Para ello, hay que dejar de permanecer sentados en los grandes tesoros, hasta ahora desperdiciados, de la capital regional. Sobre todo, Monte Verde, el hallazgo arqueológico americano más importante de todos los tiempos, que por decenios yace sin desarrollarse; la turísticamente desaprovechada isla Tenglo y su postergación como clave factor de progreso puertomontino; el descuidado borde costero, que por años continúa esperando transformarse en el sello de distinción marítima local, digno de quienes nos visitan para conocer el mar y empapar el alma con el paisaje sinigual de la cuenca del Reloncaví.
Puerto Montt -¡con todos!- debe consolidarse como el gran destino turístico del sur patagónico.