San Mateo, nos presenta la figura de Juan el Bautista, que predicaba en el desierto de Judea, diciendo: "Conviértanse porque el Reino de los Cielos está cerca" (Mt 4, 2). Cita al profeta Isaías, que invita a prepararse para el encuentro con el Mesías, allanando sus senderos Ccfr Is. 40,3).
Juan el Bautista, predica un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Por eso, la gente acudía a él, se bautizaban en el Río Jordán y confesaban sus pecados. También critica con dureza la actitud de los fariseos y los saduceos que se acercaban a recibir el bautismo y les recuerda que debe producir el fruto de una sincera conversión y no conformarse con creer que basta con tener como padre a Abraham, porque el árbol que no produce fruto será cortado y arrojado al fuego (cfr Mt 3, 7-10). La llegada de un liberador fue anunciada a través de los siglos por los profetas. El profeta Isaías anunció al pueblo abatido en el exilio, en el destierro de Babilonia, la llegada del Mesías, que nos conduce a la justicia, la paz y la fraternidad (cfr Is. 11, 1-10). Lo primero que se nos pide es la búsqueda de la conversión, es decir, arrepentirse de los pecados cometidos y tratar de llevar una vida nueva. Son las exigencias de la llegada del Reino de Dios. Si queremos recibir en el alma y el corazón a Jesús, se nos pide allanar el camino, intentando tener un corazón disponible a la voluntad de Dios, En este sentido, Dios siempre nos dará una nueva oportunidad para mejorar nuestra vida, si nos hemos dejado tentar por el pecado. Lo único que nos pide el Señor es tener la intención de mantenernos en la fidelidad a sus mandatos.
Junto con pedirnos cambiar, el Señor nos pide que demos los frutos de conversión esperados. Esto implica que debemos demostrar el cambio a través de gestos y de actitudes. En concreto, se trata de realizar obras de bien
En nuestra vida somos llamados a tener buenos sentimientos, a ejemplo de Jesús. Se nos invita a ser más acogedores, mejores servidores de los demás (cfr Rom 15, 4-9), conscientes, de que trabajamos por el Reino de Dios, a pesar de nuestras debilidades y pecados.
Pidamos al Señor que nos ayude a purificar el alma, de modo que, cuando llegue el momento de celebrar el nacimiento de Jesús, lo podamos acoger con un corazón bien dispuesto. El 8 de diciembre celebraremos la festividad de la Inmaculada Concepción. Pidamos su intercesión para que todos nosotros, nuestros familiares, amigos y conocidos podamos avanzar en el camino de una conversión sincera.
Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.