Cuando los deportistas, a pesar de las carencias de un medio en desarrollo, -con mucho sacrificio, empeño y perseverancia- honran a la ciudad de Puerto Montt y enorgullecen a sus habitantes, como lo han venido haciendo en los últimos años los ciclistas y bogadores, además de aplaudirlos, sobre todo hay que saber responder -con respeto y diligencia- a sus aspiraciones de tantos años para poder practicar en mejores y más dignas condiciones esas disciplinas que requieren de tanta dedicación.
Tanto los pedaleros como los especialistas del remo -que por mucho tiempo sueñan con los escenarios adecuados para sus preparaciones-, a través de los importantes galardones nacionales e internacionales que han logrado, prestigiando a la capital regional, han hecho más que sobrados merecimientos para que esas aspiraciones lleguen por fin a concretarse. Y, de una vez por todas, todas las promesas, en la mente y en proyectos, lleguen a materializarse en obras decisivas para el definitivo despegue de esos importantes deportes puertomontinos. Deportes que podrían dar todavía muchas más satisfacciones, que las que suelen conquistar no obstante tan precarios recursos.
Los jóvenes ciclistas porteños, para acondicionarse lo mejor posible para sus compromisos en el país y en otras latitudes, se ven obligados a realizar sus prácticas en las transitadas rutas intercomunales, a menudo exponiéndose a ser atropellados, particularmente cuando el clima es riguroso. Ellos, sus entrenadores y sus propios padres, siempre están mencionando la imperiosa necesidad de un velódromo para el ciclismo. En especial, cuando las autoridades y la gente los felicitan por sus resonantes victorias.
Con los cultores del remo, ocurre algo semejante. La Casa de Botes, que tanto les hace falta, es un argumento recurrente cuando son congratulados por sus logros en aguas nacionales como del extranjero. Están seguros que sus rendimientos pueden ser aún mayores con el respaldo de un recinto espacioso y bien equipado, donde preservar con seguridad sus embarcaciones e implementación de boga, además, entre otros, de tener donde reunirse y ejercitarse bajo techo en caso de mal tiempo.
Es la gran deuda de P. Montt con sus deportistas.