Uno de los grandes anhelos de los nobles y sabios maestros del ayer, -que a pesar del sacrificio que implica ejercer la docencia, siempre presionados por sus frágiles remuneraciones, dan lo mejor de sí por una eficiente formación de las nuevas generaciones-, ha sido habilitar en Puerto Montt instalaciones que sean una suerte de refugio donde acoger a aquellos profesores, que -por distintas circunstancias-, a sus avanzadas edades, se ven enfrentados a penosas condiciones de vulnerabilidad, abandono y desamparo.
Ese sueño, felizmente, hoy es una realidad. Pues está a punto de terminarse el soñado Hogar del Profesor Senescente, en el sector rural de Quillaipe, con vista al mar. Una importante obra, que ha sido posible ir construyendo (desde el año 2001) gracias a la visión y voluntad de la Corporación de Profesores Jubilados de este puerto, fundada el 27 de noviembre de 1991, que guió el proyecto convocando a la generosa solidaridad tan propia de los apreciados docentes y al apoyo de otras entidades y comunidad. La edificación en madera es formidable, con 24 dormitorios y todas las instalaciones y comodidades requeridas en estos tiempos, encontrándose hoy en sus tramos finales.
Los fondos que han hecho posible levantar esta importante construcción, surgieron de la iniciativa, colaboración y perseverancia de los propios profesores, activos y en receso. Una pujante etapa de allegamiento de dineros, que consideró rifas, bingos, ventas de empanadas y milcaos, entre otros beneficios a la causa, que impulsó la comisión presidida por el docente Miguel Villagrán. A lo cual se unió el decisivo aporte de una subvención municipal por 120 millones de pesos, que fue clave en la materialización del proyecto. Humanitaria ayuda -de todos los que han cooperado- que hoy agradecen en lo más profundo de sus corazones los profesores puertomontinos, liderados por la Corporación que preside Juan Ruiz Campos. Y, especialmente, en nombre de los fallecidos maestros Sixto Gallardo, Rubén Alegría y Williams Rebolledo, que mucho lucharon por este Hogar, pero que no pudieron verlo florecer.
Felicitaciones, queridos profesores. No sólo un Hogar, sino un gran Palacio, merecen ustedes.