Se ensombreció el firmamento puertomontino y entristeció el alma de las generosas organizaciones que velan por los animales, ante el súbito y trágico fallecimiento del joven animalista José Luis Vargas Lehue (31 años), mortalmente atropellado cuando regresaba de colaborar en una peña a beneficio de esas humanitarias entidades, que deben hacer grandes esfuerzos para juntar los dineros indispensables para ir financiando el rescate de perros y gatos abandonados en la ciudad y sectores rurales.
Cuesta comprender que tenga que costar una vida tan valiosa, para conocer este extraordinario ejemplo juvenil de solidaridad y amor hacia los animales en estado de desamparo, tan propio del recordado y querido José. Un espíritu tan noble y sensible, que se conmovía ante el sufrimiento de ellos, acudiendo en su auxilio con alimentos, con alguna colaboración veterinaria, preocupándose de que los acogieran en algún canil de buena voluntad. Incluso, hacerse cargo personalmente de "Ángel", el esquelético y desfalleciente can de raza akita que encontró en un basural, cuando acudió a conocer la realidad de los perros que allí sobrevivían.
En la huella de San Francisco de Asís, el santo que amaba a las creaturas de la fauna que él llamaba sus "hermanos menores" y que le buscaban, -sabiéndolo o no- José Luis estaba adornado de esas virtudes especiales que le acercaban al mundo animal. Por algo, sus más fieles compañeros eran 12 perros, tres tortugas, un hámster y dos gatos; además de preocuparse de otros que casos extremos que requerían de urgente socorro. Y cuando faltaba la plata, -siendo él un talentoso artista plástico-, recurría a sus cuadros, los vendía y transformaba en alimentos para sus entrañables protegidos.
Fue importante también su cooperación en formar conciencia sobre la tenencia responsable de las mascotas, participando en charlas ofrecidas en los colegios sobre el tema.
El buen corazón de José Luis se compadecía igualmente de los ancianos y la gente desvalida, a la que solía ayudar cuando le era posible.
Esa es la juventud que Chile necesita. Sana y generosa. José Luis Vargas Lehue, en su corta vida, dio el mejor ejemplo, que ojalá perdure y se multiplique.