D esde hace muchos años, y en ciertos períodos, se habla de construir la anhelada casa de botes, que tantísima falta le hace al deporte del remo puertomontino desde hace varias décadas. Una disciplina que, por lo mismo, debe desarrollarse con limitaciones y grandes sacrificios, y que pese a lo cual de vez en cuando logra brillar en el plano nacional e internacionalmente conquistar honrosas medallas. Como suelen hacerlo los bogadores del club Estrella Blanca, tras sus participaciones en Europa.
Pese a que es permanente promesa de campaña, incluso del actual edil Paredes cuando postulaba al municipio, nada pasó. Ahora, ahora en época de pre-campaña se reflota esta antigua aspiración, con el reciente declaración de voluntad de las autoridades regionales y comunales sobre impulsar la definitiva construcción de un complejo deportivo para el remo local y regional en las aguas del canal de Tenglo, posiblemente en las riberas de Anahuac. Mientras la autoridad municipal reconoce que está pendiente ese compromiso y que llegó la hora de que avance hacia su concreción, los directivos de la boga porteña pondrán de su parte también con la elaboración del proyecto.
Para que la soñada obra marítima se cristalice, el alcalde Gervoy Paredes contó a las autoridades deportivas de su posible financiamiento para el año 2017. Promesa que, de cumplirse, permitiría el lanzamiento de una Escuela Deportiva Integral, que complementará lo que ya está realizando el Club Viento y Marea con la juventud en materia deportiva en torno al mar. No obstante, primer ver para creer.
Cuando, hace medio siglo, Puerto Montt disponía de su casa de botes, la actividad de la boga tuvo asimismo su etapa de esplendor con un contingente de remeros de jerarquía, que lo prestigió en el plano regional y nacional. Dicho recinto -al estilo palafitos- se construyó en las playas de la caleta de Angelmó en el decenio de 1940. Dio cobijo a los sueños, crecimiento y logros del remo porteño y también compartió su techo con afamados artistas pintores de ese entonces que plasmaban en sus telas el embrujo de ese rincón marítimo, invadido de innumerables lanchas chilotas recostadas en sus arenas. Pero, todo acabó cuando en 1962, por trabajos de ampliación de ese típico lugar marino, debió demolerse la casa de botes que soportó a pie firme el terremoto de 1960.