Una de las responsabilidades no muy conocidas, dentro de la obra evangelizadora de la Iglesia Católica, es la ejercida por los diáconos permanentes, cuya jornada especial se conmemora cada 10 de agosto, como hoy, día de San Lorenzo, uno de los mártires del diaconado. Reflexión que es propicia realizar en virtud de la reciente ordenación como Diácono Permanente de la Arquidiócesis de Puerto Montt, del ciudadano Juan Andrés Rojas Farías, casado, padre de cuatro hijos, profesional y con un trabajo independiente, quien se preparó desde 2007 en la Escuela de Diaconado Permanente para comprometerse y consagrar su vida al servicio del Señor y su prójimo.
¿Cuál en la misión del Diácono, un civil en la actividad eclesiástica? La explicación la aporta el arzobispo de Puerto Montt, monseñor Cristián Caro, quien dice que está definida por la propia palabra "diácono", que significa "servidor". Esto es en tres sentidos: el servicio de la Palabra de Dios, pues es un ministro para proclamarla oficialmente y explicarla en la catequesis y en la vida diaria. Lo segundo es el servicio en la liturgia, en el altar, junto al sacerdote o el obispo, preparando la ofrenda y otros gestos dentro de la celebración de la misa. Además, puede realizar algunos sacramentos, como bautizar, bendecir matrimonios y presidir responsos. El tercer servicio es el de la caridad, la preocupación por los enfermos, los presos, los migrantes y las personas más necesitadas en general.
En esta arquidiócesis, hay 27 diáconos permanentes, que en su mayoría desempeñan los servicios de la Palabra y la Liturgia, mientras otros están dedicados al ministerio de la caridad.
A su vez, el Papa Francisco -recordando las cartas pastorales de San Pablo- describe que además de una fe firme y una vida espiritual sincera, que son la base de la vida, deben prevalecer en el diácono las cualidades de la acogida, sobriedad, paciencia, afabilidad, bondad de corazón…, que posibilitan que su ofrenda del Evangelio sea alegre y creíble.
También, el Santo Padre se ha mostrado partidario de que la mujer pueda igualmente acceder al diaconado y su noble misión de servicio y testimonio de la imagen viva del amor de Dios.