Debemos reconocer, con sinceridad, que no obstante nuestros ímpetus desarrollistas y modernizadores, -expresados en obras de infraestructura monumentales como el gran viaducto que une la Ruta 5 con la Carretera Austral por la cumbre de nuestra ciudad puerto y otras conectividades que vienen-, la nuestra es una ciudad puerto de marcados contrastes, donde deben congeniar, de mala gana, los progresistas afanes renovadores y las atávicas costumbres marginales
El ejemplo más palpable y fresco es el de la descarada bohemia callejera, que ha invadido -desde hace bastante tiempo- las noches de uno de los barrios céntricos más autóctonos de Puerto Montt. La explanada entre la consabida escalera de acceso al sector alto de Seminario y las calles Guillermo Gallardo, Rengifo y Rancagua, por las noches, se ha convertido en un escalofriante escenario de borracheras, riñas, griteríos, persecuciones, pedradas y fogatas. A lo que contribuyen espacios eriazos sin resguardo, escasa vigilancia policial, deficiencias de alumbrado público y venta de bebidas alcohólicas a menores de edad. Una anomalía urbana que mantiene en la angustia nocturna a los vecinos del sector y en crítica situación a los dueños de restaurantes, cuyos turísticos locales han ido perdiendo clientela por la inseguridad del lugar, que se proyectaba como polo gastronómico y de buen pasar.
Entre las soluciones propuestas por las autoridades -según lo recabado por El Llanquihue y expuesto en su crónica del sábado reciente- resaltan la instalación en la zona afectada de una iluminación nocturna más potente, el emplazamiento de nuevas cámaras de televigilancia, el cierre más seguro de los espacios abandonados y un adecuado resguardo policial.
Otro esfuerzo que se debe hacer en este aspecto, es la clausura de otros tantos sitios vacuos existentes en varias partes de la ciudad. Y de lo cual dimos oportunamente cuenta, para evitar el incremento de la bohemia callejera y sus colaterales efectos relacionados con el alcoholismo y delincuencia.