La semana que terminó, se desarrolló en Puerto Montt, un interesante seminario sobre la Marca Ciudad. El objetivo, a partir de la mirada multisectorial y de expertos en la materia, es comenzar a construir una marca que nos distinga, y que nos permita -a partir de allí-, promocionar a esta capital regional. Y de aquel ejercicio, surgieron varios aspectos dignos de analizar. Por ejemplo, en el ítem en que mejor marca la ciudad, es "un lugar para visitar"; más atrás figura como "un lugar para vivir", luego para "estudiar" y por último para "trabajar". Lo cual, mirado desde la perspectiva positiva de potenciar nuestro mejor indicador y en sintonía con las características turísticas de la zona, resulta alentador; porque hay una mayoría que nos considera un destino a visitar. Pero ojo con la construcción de la marca, a partir de los conceptos que aparecen con mayor insistencia, y que tienen que ver con un activo intangible vinculado a las sensaciones y a la experiencia. Porque se nos reconoce como una ciudad lluviosa, de aire limpio, de rica comida, cariñosa y joven; que posee otros elementos más concretos como el mar, el puerto y que brinda conectividad al sur austral; pero lo que predomina es lo experiencial, y esas cualidades, ya no están en igual proporción que antes. Ya no llueve como antaño y todo indica -cambio climático mediante-, que los episodios de sequía serán más habituales; lo que trae consigo otros problemas como la contaminación atmosférica, producto entre otras cosas, del uso irresponsable de la leña como combustible; en tanto que la migración de los nativos y el creciente fenómeno de la construcción de esta sociedad con muchos "inmigrantes", perfila otro ambiente, porque ellos no necesariamente llevan consigo la "calidez de la gente del sur", que tanta fama nos ha hecho. En consecuencia, hay aquí un doble desafío, no sólo de recuperar aquellas características que nos distinguen, sino que también potenciar esas cualidades que nos pueden hacer fuerte, como el hecho de ser una potencia agroalimentaria y fortalecernos como un ícono gastronómico; reposicionar nuestra relación con el mar, desde lo turístico, pasando por lo laboral y por cierto como medio de conectividad con el mundo entero; sin olvidar el tesoro que tenemos en Monte Verde y que parece no todos hemos dimensionado aún, en la medida que corresponde. Y aquella construcción, como bien se dijo en esta actividad, no sólo debe responder a los intereses y percepciones que tienen de nosotros afuera; sino que aquellas características deben responder a la funcionalidad interna y al justo equilibrio, entre lo que somos y cómo nos queremos ver; sin dejar de trabajar en todo lo que sea necesario para poder escalar en los ítem donde hoy la ciudad no figura; porque las bondades que se observan para trabajar, estudiar, vivir o visitar, no pueden ser excluyentes unas de otras.