Comenzamos a avanzar en Puerto Montt un nuevo período de recogimiento espiritual en Semana Santa, en adhesión al recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, cuyo sublime sacrificio permitió la oportunidad de salvación de las almas a través de la misericordia de Dios omnipotente y creador del universo.
La comunidad cristiana puertomontina se integra, con inusitado fervor, a los distintos actos conmemorativos, los cuales se iniciaron el domingo en la Catedral con la celebración del Domingo de Ramos, que recordó la entrada del Hijo del Hombre a Jerusalén, aclamado por sus seguidores, pero liderada por Él con impresionante humildad.
Los vía crucis a los pies del Monte Calvario de Puerto Varas -animado por una juventud que recorre a pie, portando una gran cruz- los 20 kilómetros desde Puerto Montt, y el tradicional ascenso a la cima de la isla Tenglo, con la participación de la comunidad, son las manifestaciones más masivas de esta semana de reflexión, arrepentimiento, caridad, fe y esperanza.
El devocional a la Semana Santa en nuestro país y sus provincias, ha experimentado algunos cambios. De un riguroso vivencial, antaño, en estas sagradas jornadas, con cierre del comercio en Viernes Santo, prohibición de comer carne, vestir discretamente, no escuchar música estridente, evitar un vocabulario soez, entre otros, a contar del Concilio Vaticano II (1965) hubo un cambio global, flexibilizándose las costumbres. Las demostraciones de piedad dejaron de ser impositivas. La idea no fue prohibir, sino que de privarse de algunas cosas para compartirlas con los desvalidos, junto con mantener una actitud de reflexión, austeridad y conversión.
Sin embargo, en el presente, -frente a la exagerada frivolidad imperante de sólo pasarlo bien en Semana Santa- la Iglesia recomienda abordar estas singulares jornadas con un verdadero sentido cristiano, saliéndose de la rutina diaria, con más oración de la habitual, con mayor austeridad alimenticia, con algún gesto solidario con el prójimo necesitado, meditando en nuestra finitud terrenal y en la esperanza de vida eterna, representada por la crucifixión de Jesús y su posterior resurrección.