Secciones

Ejemplos de emprendimientos exitosos con rostro femenino

CELEBRACIÓN. Al conmemorar el Día Internacional de la Mujer, mostramos dos historias, de las muchas que hay a diario, que representan la fortaleza de estas puertomontinas: cómo han ido derribando barreras y dando muestras de superación ante los constantes obstáculos que impone la vida.
E-mail Compartir

No resulta fácil ser emprendedor. El temor al fracaso es uno de los principales obstáculos a los que se ven enfrentados quienes aspiran a generar sus propios recursos, a base de su creatividad y esfuerzo personal.

En cuanto al emprendimiento por género, la Cuarta Encuesta de Microemprendimiento, realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) entre mayo y julio de 2015, permite establecer que de cada diez empresarios a microescala, seis corresponden a hombres y sólo un 38.1 % son mujeres.

Sin embargo, esta es una realidad que evoluciona en forma permanente y cada vez más mujeres están optando por este camino, especialmente aquellas jefas de hogar o quienes optan por generar ingresos que aporten al presupuesto familiar.

Ser mujer en Chile representa constantes retos, porque además implica -en muchos casos- asumir otros roles, como el de esposa y madre, que van de la mano con su actividad laboral. Para el desarrollo de esa multiplicidad de funciones se debe estar preparados física y mentalmente. La fortaleza para superar ese día a día, es una condición que está presente de manera innata en las mujeres, valerosas y pocas veces reconocidas como el gran motor de la familia.

Hoy, al conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, queremos presentar dos ejemplos que permiten ilustrar a plenitud lo que representa ser una emprendedora, esposa y madre. A través de estas líneas intentaremos poner en valor las experiencias ejemplarizadoras e inspiradoras de dos mujeres puertomontinas y su lucha diaria por salir adelante. Estas son sus historias.

Maestro chasquilla

Elsa Cárcamo, de 42 años, es la menor de 9 hermanos. Vivió una infancia difícil, con escasez de recursos. La pobreza galopaba en su hogar, tanto que llegó a concluir que la única manera de ayudar a su madre, era saliendo de su casa. "En un solo colchón dormíamos todos los hermanos", recuerda.

Esa "ayuda" a su madre se tradujo en "buscar pareja y que nos fuéramos para buscar un futuro. Pero no fue así".

Fue madre a los 13 años y a los 15 ya tenía tres hijas. A la fecha, suma seis hijas (una murió en 2007, a los 14 años) y dos nietas. Todas viven en su casa de la calle Volcán Casablanca, en la Población Padre Hurtado.

Recuerda que se inició en el mundo del trabajo a los 17 años, "haciendo aseo en unos departamentos. Después, viendo a unos maestros que pintaban, me preguntaba si podía hacer lo mismo, para desempeñarme en otra cosa que me diera más remuneraciones. Porque la situación en esos años (1998) era bien difícil".

Así fue como llegó a hablar con el jefe de aquellos maestros que había visto pintando, pidiendo una oportunidad laboral. "Y empecé así. Ya llevo 25 años en esto de la pintura y parte de construcción, lo que es tabiques, piso flotante, cerámicos, papel mural, alfombras. He aprendido a soldar, un poco de gasfitería y electricidad. Soy una especie de maestro chasquilla", reconoce.

En busca de prosperar y renovar sus múltiples herramientas, el año pasado postuló al Fondo Concursable Capital Abeja de Sercotec, en el que resultó seleccionada.

Elsa Cárcamo está consciente que avanzar no es fácil para una mujer, menos si persiste la concepción machista del "maestro". Afirma que aunque tiene una buena clientela, todavía hay quienes muestran cierto recelo al contratar sus servicios.

"Cuesta a veces encontrar trabajo. De repente a una la miran a huevo, porque piensan que no soy capaz. Como que ponen en duda lo que hago. Pero, mis clientes me han vuelto a llamar y les ha gustado mi trabajo", afirmó.

Asimismo, observa que "el hombre siempre gana más y la mujer está siempre un nivel más abajo. En esa parte no hemos avanzado mucho".

Hasta el año 2002 trabajaba para una empresa constructora, pero resolvió dejarla para dedicarle más tiempo a su familia, más aún ahora que junto a ella viven sus dos nietas, quienes padecen graves enfermedades. Una de ellas nació con microcefalia severa y la segunda padece asma crónica.

"Me conviene acomodar mis horarios para ver la parte familiar. Porque además de traer el sustento, tengo que preocuparme del aseo, los estudios de las más chiquititas (la menor de sus hijas tiene 9 años), dejar hecho el pan, la comida y todo lo que implica ser una dueña de casa", expuso.

Ahora está en planes de consolidarse y para ello está formando una microempresa que llamó "Remodelo", para formalizar su actividad ante el Servicio de Impuestos Internos (SII).

Como si no fuera poco lo que hace, en invierno, cuando decrece la demanda por lluvia, logra nivelar sus ingresos gracias a sus trabajos de costura. "También soy cocinera, hago tortas, kuchenes. Me las he ingeniado de diferentes maneras", enfatizó.

Más allá de lo exitoso que ha resultado su emprendimiento, también ha debido luchar con ella misma, primero para superar la depresión por la muerte de su hija y más tarde, porque a la mayor, de 26 años, le diagnosticaron esquizofrenia, la misma que dio a luz a su nieta con microcefalia.

"Me complicaba mucho esa parte. Mantener un hogar con deudas. Salí adelante con este trabajo, tocando puertas. Con lo poco y nada que tengo, he salido adelante, gracias a Dios. No voy a ninguna Iglesia, pero soy creyente", reconoció.

Y su fortaleza la refleja no sólo en acciones, sino que en la forma de enfrentar la vida. "No puedo ponerme a llorar en un rincón, porque no hay tiempo para eso. No puedo esperar a que alguien venga a darme una mano. Tengo que trabajar sí o sí. Me carga dar lástima. Mi trabajo me hace ser fuerte y ver cómo mis hijas estudian y buscan un futuro mejor", sostiene.

Se proyecta ampliando su actividad y ofreciendo a sus hijas estudios "y ojalá una carrera universitaria, para que no atraviesen por las penumbras que yo he pasado".

Por una enfermedad

Al otro extremo de Puerto Montt, en la población Vista Hermosa II, está Isabel Szabo, de 35 años, madre de cuatro hijos, esposa, dueña de casa y empresaria.

Para conocer cómo resolvió iniciarse en los negocios, es necesario remontarse a hace casi nueve años, cuando decidió tener a su primer hijo y, sin anticiparlo, el inicio de una nueva vida.

Igor fue su primer hijo, quien nació con Síndrome Dawn. Así vino un giro radical, al renunciar a su trabajo para dedicarse a su hijo, con constantes visitas a médicos y especialistas. Cuando Igor tenía un año, supieron que vendría al mundo su hermano Damián. A los cuatro meses de nacido, verificaron que padecía un daño neurológico, con todas las visitas a médicos, clínica y rehabilitación que ello implicaba, hasta llegar al diagnóstico de hemiparesia, un debilitamiento del lado izquierdo de su cuerpo.

Entre ambos padres se distribuían las tareas que implicaban controles y terapias. En ese intenso ir y venir, se consolidó un tercer embarazo. Matilda nació en un día normal, con terapias para Damián y control de Igor. En marzo de 2011 la tercera de sus hijos nació, aunque adelantada, ya que había cumplido 35 semanas de gestación.

Pero, el ciclo no estaba concluido. Maximiliano es su hijo adoptivo. También nació con Síndrome de Dawn. Su incorporación a la familia también estuvo cargada de complicaciones administrativas. "Nanito sobrevivió a la negligencia, al abandono, a la indiferencia, a la injusticia social, el tiempo justo y necesario para esperarnos. Sufrió dos años y cuatro meses sólo para encontrarnos. Y nosotros, en retribución, peleamos por él. Agradecemos diariamente por su espera", resumió.

Todo ello sucedió en cuatro años, lo que derivó en una crisis económica, matrimonial y emocional. La solución: probar un nuevo proyecto de trabajo de su marido César, que es joyero, y fue así como se trasladaron desde Puente Alto a Puerto Montt.

Y aquí han prosperado. "Funcionaba todos los días a mil por hora y sucedió que me dio una crisis nerviosa importante. Y desde ahí dije que no podía seguir manteniendo este ritmo. Dentro de las alternativas que venía pensando, era encontrar algo que hacer y que ayudara económicamente a la casa", recordó.

"Un día se me ocurrió llevar unos queques a la reunión de apoderados de mi hijo. Y los vendí todos. Ahí perdí el miedo y empecé a buscar qué es lo que podría variar par empezar a vender. Ahí llegué a los alfajores con masa de almendras y rellenos con manjar. Y después fui variando", dijo, hasta llegar a nueve variedades; a lo que sumó queques y pan de avena.

Reconoce que si bien este emprendimiento, que denominó Szabores, le sirvió de terapia, también implicó otro desafío, como fue disponer del tiempo suficiente para atender a sus hijos y responder a los requerimientos de sus clientes. Por eso es que resolvió comenzar a trabajar de noche, con jornadas tan extensas que olvida sus horas de sueño. Ese esfuerzo lo comparte con su marido y se turnan "él en lo suyo y yo en lo mío", expuso.

A ello sumó el apoyo permanente de su suegra.

Para su comercialización, sigue llevándolos consigo, donde quiera que va.

Para mejorar su producción, en 2015 resolvió postular a un programa especial del Fosis, para personas con discapacidad o sus tutores. "Me fue bien, me adjudiqué el proyecto y ahí me fui creyendo más el cuento", admite, aunque todavía no coloca sus productos en el comercio establecido y los vende también a través de Facebook.

"Es súper gratificante. El destino se encarga de ubicar a uno donde debe estar. Yo siempre traté de hacer todo como socialmente lo dicta la vida. Y no sirve de nada. Porque uno nunca sabe lo que le espera el destino", reflexionó.

Más que satisfecha, dice que se siente "súper realizada con este emprendimiento. Tengo la certeza que mis productos son buenos, pero hay muchas mujeres que hacen lo mismo que yo, pero no todas tienen los hijos que tengo yo. Si bien disfruto todo esto que sucedió, pero es gracias a mis hijos", insiste.

Por todo ello es que Isabel Szabo califica 2015 como "un año redondo para mí. Tanto para mi realización personal, en un negocio que me permite generar ingresos, sin dejar de lado mis responsabilidades de mamá, que es lo más importante", subrayó esta exitosa emprendedora.

"Cuesta a veces encontrar trabajo. De repente a una la miran a huevo, porque piensan que no soy capaz".

Elsa Cárcamo,, emprendedora y gestora de "Remodelo".

38,1% de los emprendedores del país son mujeres, Es decir, de un total de un millón 865 mil 860 pequeños empresarios, 709 mil 933 son mujeres, según la Cuarta Encuesta de Microemprendimiento 2015.

30,9 % de las mujeres dejó su empleo anterior, principalmente por responsabilidades familiares. Entre los hombres, el principal motivo dice relación con el deseo de tener un negocio propio (15,5%).

50 % de los negocios pertenecientes a mujeres funcionan dentro de la vivienda, cifra que se reduce a un 16,2% en el caso de los que cuentan

con hombres como propietarios.