El amor y la misericordia de Dios
"Urge seguir fortaleciendo esa vocación, con fuerte inversión en conectividad y desarrollo de sus principales atributos en torno al mar, su cultura y su prehistoria". "Al considerarnos como pecadores, sentimos la necesidad de que Dios nos perdone"
Hoy celebramos el cuarto domingo de cuaresma, que conocemos con el nombre de Domingo "Laetare", esto es, de la alegría, ya que nos acercamos al momento de nuestra redención. San Lucas nos narra que Jesús es criticado por los fariseos y los escribas porque recibe a los pecadores y come con ellos (cfr Lc 15, 1-2). Jesús responde con la parábola del hijo pródigo. Aquí vemos que el hijo menor malgasta sus bienes, llevando una vida inmoral. Cuando ya había gastado todo, comenzó a sufrir privaciones. Se da cuenta de que en la casa de su padre hay pan en abundancia. Entonces, volvió a la casa de su padre, quien se conmovió profundamente, corrió a abrazarlo y lo besó. El joven reconoció su pecado y el padre hizo una fiesta, porque su hijo estaba muerto y había vuelto a la vida, estaba perdido y había sido encontrado. El hijo mayor se enojó y no quiso entrar a la fiesta, reclamando a su padre que ha servido sin desobedecer, sin que el padre realice una fiesta por su comportamiento. El padre le recuerda que todo lo que tiene también es de él y que es justo hacer fiesta por su hermano que vuelve a la vida y ha sido encontrado (cfr Lc 15, 11-32). Una vez más, Jesús es criticado por personas cuya vida religiosa se centraba en el legalismo. Sólo veían que Jesús compartía con personas consideradas impuras. Pero para Jesús lo más importante era enseñarles. Cuando vemos al hijo que malgasta sus bienes en una vida licenciosa, quizás pensamos en tantas personas que llevan una vida alejada de la vida moral, personas que viven al margen de toda ley moral.
Sin embargo, la parábola se dirige a toda persona que se considera pecadora a los ojos de Dios. En efecto, ante Dios todos somos pecadores, pues somos seres humanos débiles, que nos apartamos fácilmente de sus mandamientos. Al considerarnos como pecadores, sentimos la necesidad de ser perdonados por Dios, reconocemos nuestros pecados y decidimos volver retornar a la casa del Padre. La conducta del hijo mayor nos habla de nuestro legalismo. Muchas veces podemos llegar a creer que con nuestro comportamiento intachable Dios está en deuda con nosotros. Así nuestras obras serían un modo para conquistar la bondad de Dios. Así no existe una relación gratuita. Dios ama de igual modo, tanto al hijo menor que malgasta su vida y se arrepiente, como al hijo mayor que tiene una vida intachable y que goza ya del amor del Padre. Esto significa que el amor misericordioso de Dios es gratuito.
Pbro. Dr. Tulio Soto.
Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.