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Liceo Comercial Miramar abre la carrera de Operaciones Portuarias

EDUCACIÓN TÉCNICA. La nueva opción académica, que ya tiene su matrícula completa para este año, se implementó con el apoyo de ONG Canales y Armasur.
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Una nueva especialidad, que espera aportar con técnicos calificados a una de las áreas más importantes de la economía regional, inicia este año el Liceo Comercial Miramar.

Se trata de Operaciones Portuarias, carrera que ya tiene matrícula completa, y que se gestó gracias al trabajo en conjunto entre ONG Canales, Armasur, el Departamento Administrativo de Educación Municipal de Puerto Montt (Daem) y la dirección del establecimiento técnico profesional de la capital de Los Lagos.

Paula Cabello, encargada del área marítima de ONG Canales, explicó que la especialidad se implementó luego de una exhaustiva revisión, incluso en terreno, de carreras similares que se dictan en Valparaíso, y cuya malla curricular se utilizó como base, adecuándola a las necesidades de la región. "Incluso la especialización será en el área administrativa y logística", indicó la profesional.

Añadió que "uno de los principales atractivos de la carrera es que, desde el primer año, será dual en modalidad tres por dos, o sea, tres días en clases en el establecimiento y dos en empresas". Agregó que para ello comprometieron su respaldo las empresas Transmarko, Oxxean, Cabo Froward, Skretting y Detroit, todas las cuales cuentan con terminales portuarios.

Pasantía de profesores

Tres profesores de la carrera realizaron una pasantía de una semana en Oxxean, y durante marzo harán otra en Transmarko, de manera que puedan conocer en terreno el trabajo en operaciones portuarias. Igualmente las empresas comprometidas con este proyecto educativo ofrecerán charlas durante marzo y los estudiantes irán a terreno, preparándose para la actividad dual.

Cristóbal García, director ejecutivo de ONG Canales, señaló que con la implementación de esta carrera técnica se cumple uno de los propósitos de Canales, el cual persigue concretar en acciones la conexión educación-empresa, y, más aún, dijo, "en un área que es fundamental para el crecimiento y desarrollo de la región como son los puertos, a través de los cuales se genera la conectividad del sur austral".

Los cortocircuitos y chispazos de Nona Fernández

La escritora dice que una historia que le contó su abuela inspiró su más reciente novela, "Chilean Electric". A partir de la llegada de la electricidad a la Plaza de Armas de Santiago, reflexiona sobre el Chile de luz y de sombras.
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catalogada alguna vez como uno de los tesoros por descubrir de la literatura chilena, nona fernández ha buscado retratar la ciudad en cada uno de sus textos.

La pasada primavera, la escritora y actriz Nona Fernández (Santiago, 1971) publicó su más reciente novela, "Chilean Electric" (Alquimia Ediciones). Se trata de un breve registro, a partir del recuerdo de su abuela sobre la noche en la que llegó la electricidad a la Plaza de Armas de Santiago. Aunque la fecha de la iluminación fue en 1883 y su abuela nació en 1908, este "recuerdo falso" sirvió para reunir episodios, testimonios y reflexiones sobre ese claroscuro que es la historia de Chile.

-El lunes pasado, hojeando "El Mercurio de Santiago en la parte de las efemérides, retuve este dato a partir de "Chilean Electric". Dice así: "1 de marzo de 1916: la calle Ahumada tendrá el mejor alumbrado de la capital a contar de un nuevo tipo de lámparas de 60 bujías". Si te fijas, fue 23 años después del encendido de la Plaza de Armas. Quizás eso fue lo que vio tu abuela cuando tenía siete u ocho años.

-Todo es posible en el misterio de ese recuerdo falso que me implantó mi abuela. Es posible que ella haya asistido a ese alumbrado del que hablas en la calle Ahumada, o al del cerro Santa Lucía, o a otro posterior en otros lugares del centro de Santiago. Es posible también que su padre, el técnico alemán, le haya regalado la escena de la Plaza de Armas, u otra parecida, y que en esa posta de relato haya llegado hasta mí. Pero los recuerdos son como los sueños: personales, arbitrarios y engañosos. Entonces es mejor no desentrañarlos del todo, sino disfrutar lo que queda reverberando de ellos.

-Tu abuela es la Blanca Gross Pérez de la dedicatoria, ¿no? ¿Qué crees que le hubiera parecido la novela?

-Sí, ella es mi abuela, secretaria ministerial, registradora de datos, historias y recuerdos falsos. La mujer que me regaló su máquina de escribir y con ella el don del registro y la palabra. Está muerta, pero revoletea como una luciérnaga o una polilla a mi alrededor. Creo que se habría reído con esta historia, pero no le habría gustado que ventilara todos los cuadernos, lápices y libretas que se robó del Ministerio del Trabajo.

-¿Cuánto tiempo te tomó poner en el papel "Chilean Electric"?

-Un par de años. Partí queriendo escribir un libro de crónicas sobre Santiago que a lo mejor algún día lo hago.

-Tengo la impresión de que en tus ficciones recurres harto al tema de la memoria, sus fantasmas y ternuras. ¿Es así?

-Los demonios salen y uno los controla poco. La obsesión por la memoria me pena desde que me puse a escribir. Al comienzo no era muy consciente, pero ya tengo varios libros y obras de teatro, entonces ahora me resulta evidente y voy siguiendo ese camino de investigación con mayor propiedad. No sé por qué, pero a veces creo que tiene que ver con el momento histórico que me tocó vivir. Soy parte de una generación que creció y maduró con ese discurso impuesto de dar vuelta la página, de no hablar del pasado reciente del país, de mirar el futuro y olvidar. Esos eslóganes, que son tan comunes después de los grandes traumas, me cayeron mal del comienzo. Los 90 fueron años amnésicos y yo comencé a instalarme en el mundo y a escribir ahí. Puede ser un gesto como de pataleta de mi parte que desde "Mapocho" -mi primera novela- en adelante solo trate de reconstruir una escena que ya ocurrió. Cazando pistas, recuperando testimonios, armando el puzle del crimen y tratando de darles una voz a esos fantasmas que ya no pueden hablar. Vocación de médium y de tira.

-Y vuelves a situarte en Santiago.

-Creo que la ciudad nos determina, nos marca, en gran medida estamos hechos de ella, somos un poco ella también. Y entonces vuelvo a investigar una vez más en esa obsesión que tengo por mi ciudad. Son historias personales vinculadas a la ciudad o historias de la ciudad vinculadas a historias personales.

-¿Te enteraste del "recuerdo falso" de tu abuela haciendo la investigación previa a la novela?

-Había fantaseado con algunas ideas y me pareció que la mejor crónica para entrar en ese libro debía ser aquella escena que mi abuela me contaba con tanta pasión cuando yo era niña. La ceremonia de la luz. La llegada de la luz a la Plaza de Armas, en la que supuestamente su padre había participado. Lo tenía todo: la Plaza, corazón de la ciudad, punto cero del recorrido que pensaba hacer, y además el momento en que todo comenzaba a iluminarse. ¿Qué mejor escena podía elegir para inaugurar el libro? Pero cuando comencé a investigar sobre la escena de la Plaza, más allá del recuerdo de mi abuela, descubrí que había ocurrido en 1883, exactamente 25 años antes del nacimiento de ella. Ahí el libro tomó su propio camino. Ya no sería solo una crónica sobre la escena del estreno de la luz en la Plaza de Armas, sería una investigación sobre el gesto de memoria y relato de mi abuela. El por qué me inoculó un recuerdo falso. Un libro sobre la luz y la sombra. Sobre lo contado y lo no contado. Sobre lo escrito y lo inventado. Sobre lo que queda y lo que se olvida. Un libro mitad ficción y mitad documental.

-Ante un eventual nieto o nieta, ¿qué primer recuerdo escogerías de tu repertorio para contarle?

-Probablemente le contaría que una noche, en la pieza oscura de mi abuela, escuché el recuerdo de cuando ella asistió a la inauguración de la luz eléctrica en la Plaza de Armas de mi ciudad.

Ombligos y allende

-¿Qué encierra para ti la frase de Allende que citas, aquello de "más pasión y más cariño"?

-Es la fucking receta para que las cosas funcionen un poco mejor. Actuar desde el cariño, no desde el bolsillo. Pensar en el otro como un compañero, no como un cliente o un empleado o un jefe. Dejarse entusiasmar, enloquecer con la posibilidad de construir cosas en conjunto, que favorezcan a todos, no a unos pocos. Disfrutar siendo parte de un colectivo que trabaja unido, en familia. Encender corazones y estómagos, páncreas y todo lo necesario para reencantarse y recuperar la pasión. Es increíble, porque suena ingenuo, excesivamente sencillo, pero esas palabras resuenan en el hoy como un farolito, una lucecita tenue que guía en medio de las sombra.

-¿Y por qué la fijación con los ombligos?

-No lo sé. Supongo que es un intento por encontrar una hebra hacia algún origen, hacia alguna identidad, hacia el punto cero. La falta de ombligo puede ser la falta de todo eso y el origen de mi obsesión con el ayer, con la historia, con mi ciudad, con Chile.

-¿Cómo diste con la historia de Pasolini y las luciérnagas?

-A Pasolini lo conocí hace años, cuando estudiaba teatro, fundamentalmente por su cine y por sus obras de teatro. Luego comencé a leer sus escritos y cuando escribí "Space Invaders", mi novela anterior, di con el famoso artículo sobre las luciérnagas que está recopilado en "Escritos Corsarios". Alguna sintonía había entre esos marcianitos fosforescentes de aquel juego que iluminaba esas tardes largas de los ochenta en las que nos tocó ser niños, protagonistas de mi novela, y esos bichitos luminosos de los que habla Pasolini. Cuando presentamos "Space Invaders" escribí un texto y trabajé dialogando con ese escrito y ese concepto maravilloso del que habla, el de la temible oscuridad.

-¿Y por qué resurgió ese motivo?

-Entendí que algo de lo que estaba haciendo, esa desenfocada metáfora entre el olvido, la luz, la sombra, la temible oscuridad, el progreso y la historia, se lo debía a ese escrito de Pasolini que había leído. Venía de ahí, en esa posta maravillosa de materiales y voces que vamos corriendo en equipo cuando escribimos. Las ideas quedan ahí en un libro, y uno las toma y las reinventa y luego viene otro y sigue con el trabajo, y luego otro, y así la carrera no termina nunca. Si tuviera que correr en algún equipo, yo correría con Pasolini. "Chilean Electric" es un libro que habla también del progreso, lo que queda fuera de esa vorágine luminosa en la que vivimos, lo que no se ilumina, lo que no vemos, lo que no ha quedado registrado por nadie ni está en las pantallas. "¿Dónde fueron a dar esos vestigios de luz?", se pregunta Pasolini y esa pregunta no logro responderla. El libro hace esa reflexión también e intenta iluminar con la letra. Transformarse en una luciérnaga, en un farolito leve pero luminoso.

Relecturas

-¿Te lees una vez que publicas?

-No, la verdad es que no me leo. Me he reencontrado con mis libros cuando los han traducido y he tenido que trabajar en eso y presentarlos en otros países. Es un ejercicio extraño, porque uno visita imaginarios y sensaciones y momentos que habían quedado en el pasado. A veces hasta me he sorprendido cuando los leo. Y no es que reniegue de ellos, todo lo contrario: soy lo que soy gracias a esos libros, pero es como ver fotos viejas, en las que uno se reconoce, pero en las que falta un pedazo.

-¿Qué te parecen las primeras palabras de la Rucia al comienzo de "Mapocho"? Es como un comienzo cabal, certero.

-Ese pedazo es el que uno busca escribir constantemente. "Mapocho" es de una radicalidad que admiro a la luz del tiempo. Había mucha rabia en esa escritura, mucho desasosiego, mucha inquietud, que son materiales preciosos para hilvanar historias. Esa frase con la que parte fue la primera que escribí. La historia se inauguró desde esas palabras radicales y certeras: "Nací cagada". Fue como una llave que se abrió y desde ahí me lancé por la corriente cochina y mugrienta de la historia de "Mapocho".

-¿En qué estás luego de "Chilean Electric"? ¿Preparas otra novela?, ¿cuentos?

-Preparo un nuevo libro en el que ya llevo trabajando un par de años. Otra vez los fantasmas y la memoria de una ciudad palimpsesto en la que convive el presente y el pasado y el futuro. El título tentativo es "La Dimensión Desconocida", el nombre de ese viejo programa de televisión que veía cuando era cabra chica. La twilight zone, ese territorio extraño e inquietante que no está al alcance de cualquier ojo, que permanece en los límites de la realidad aparente, muy cerca, asechando escondido, pero que para entrar hay que estar dispuestos a perder algo. Nuestra historia como país está suspendida ahí, en ese lugar, y mi libro es algo así como un viaje por esa zona.

-¿Cómo va tu relación con el teatro?

-Acabo de cerrar en diciembre una temporada de mi obra "Liceo de Niñas", estrenada por la compañía La Pieza Oscura y dirigida por Marcelo Leonart, en el Teatro UC. Haremos algunas funciones en provincia y espero encontrar sala para una segunda temporada en el 2016.

-¿Y la televisión?

Preferiría no hablar de tele. Sorry. Ando un poco traumada con el tema de la suspensión en el 13, al mismo equipo de "Secretos en el Jardín". Desde entonces que no he vuelto a pisar un canal de televisión.

-¿Viste "Historia de un oso"?

-La vi en agosto cuando comenzó a rodar por las redes. La encontré preciosa y lloré como Magdalena. Independiente de toda la chulería del Oscar, creo que es buenísimo que trabajos hechos a punta de pura "pasión y cariño", que es como trabajamos el 90 % de los creadores de este país, tengan un reconocimiento a nivel mundial. Ahora las cosas pueden ir más fáciles y de mejor manera para ellos. En este país los que nos dedicamos a la creación somos todos unos amateur, porque no podemos ofrecerle a nuestro oficio todo nuestro tiempo y nuestra energía. No logramos profesionalizarnos y estamos haciendo mil cosas para sobrevivir, robándole tiempo al tiempo para hacer lo que de verdad sabemos y queremos hacer. Es triste, pero así es.

nona fernández también es guinosta de teatro y de televisión.

Por Amelia Carvallo

"Soy parte de una generación que creció y maduró con ese discurso impuesto de dar vuelta la página, de no hablar de pasado reciente del país".

dinko eichin frost

dinko eichin frost

"Chilean Electric habla también del progreso, lo que queda fuera de esa vorágine luminosa en la que vivimos, lo que no vemos (...), lo que no está en las pantallas".