En medio del fervor -apasionado y festivo- de la celebración aniversaria de Puerto Montt, donde, sobre todo, se recuerdan los principales episodios de su pujante trayectoria progresista en sus 163 años de existencia, surge la tradicional Acción de Gracias al Señor -por la vida y desarrollo de la ciudad-, que preside en la Catedral el arzobispo monseñor Cristián Caro Cordero, cuya homilía no deja de iluminar los espíritus y de dar un profundo sentido de gratitud a la ayuda y protección divinas.
La autoridad eclesiástica, al destacar la pujanza emprendedora de los puertomontinos, recapacitó en la imperiosa necesidad de desarrollarse siempre respetando el patrimonio histórico y de identidad de Puerto Montt, sin rayarlo ni destruirlo. Como lo son el mercado de Angelmó, la Cruz en la cima de Tenglo, una costanera sin construcciones de altura para facilitar la contemplación del paisaje marítimo, el balneario de Pelluco, entre otros recursos de la historia local.
En cuanto a lo positivo, el pastor arquidiocesano enfatizó las mejoras en las condiciones de vida del pueblo puertomontino, con grandes progresos en el ámbito de la conectividad hacia las zonas alejadas; la ampliación de la cobertura de educación en sus distintos niveles; el buen índice de ocupación laboral, con un ingreso masivo de la mujer, por ejemplo, a la industria acuícola, aunque se ciernen sombras de despidos. Reiteró asimismo que el nuevo Hospital de Puerto Montt es un símbolo del esfuerzo por más acceso a una salud de calidad.
Monseñor Caro resaltó también el urgente llamado del Papa Francisco a una "conversión ecológica integral". O sea, "a renovar hondamente las cuatro grandes relaciones del ser humano: con Dios, con los demás, con la creación y con uno mismo. Y así entablar una nueva relación más solidaria con las personas, más respetuosa de la naturaleza, más serena y pacífica con uno mismo y, sobre todo, de mayor confianza en Dios, que es la referencia fundamental del hombre, origen, camino y término de todo". Una renovación global que se hace no sólo en las grandes decisiones de política ambiental, sino también de día en día mediante la educación en la familia, en la escuela, en los medios de comunicación y en la Iglesia.