Las tecnologías digitales han posibilitado una especie de democratización de la escritura literaria o, dicho en términos negativos, son muchos los que pueden editar textos con el mote de literarios, ya sean poemas o relatos. Todo esto por el abaratamiento de la producción libresca. Esto ha posibilitado, entre otras cosas, la proliferación de las llamadas editoriales independientes que están cambiando el panorama literario latinoamericano. Esto es un proceso que democratiza el campo cultural, a pesar de que genera tanto problemas de mercado como de populismo culturoso que muchas veces no deja de ser patético.
El fenómeno que describimos es común, hoy en día, en las municipalidades y en los gobiernos regionales. Los departamentos de cultura de las mismas o las corporaciones que se encargan del tema, suelen producir libros, igual que los gobiernos regionales, sin mucho filtro editorial o sin muchas pautas curatoriales. Puedo imaginar que en este caso la poesía la lleva, que muchos de los editados son profesore(a)s jubilados o grupos de interés cultural político, los que además crean alguna agrupación que los represente, para ir a pelear esos fondos asignados. En eso se están convirtiendo, en muchos casos, las culturas locales, en estrategias de pedidas de fondos. Podemos imaginar la manipulación de todo tipo, incluida la manipulación política.
Es paradojal comprobar in situ que la vieja queja de los escritores de que no había espacios para su obra, se puede poner en tela de juicio. Lo mismo se puede decir para los temas de patrimonio local. Con esto no quiero decir que se haya cumplido una promesa o que efectivamente vivimos una sociedad más inclusiva en lo cultural; no sé exactamente lo que quiero decir, pero lo que sí me llama la atención es que la condición autoral y literaria ha cambiado sustantivamente. El escritor(a) se ha institucionalizado y es hoy mucho más conservador que antes, ya no estamos ante luchadores sociales y políticos, sino ante poetas cortesanos, cuyo principal trabajo es el de realizar (diseñar, gestionar y administrar proyectos).
Se ha llegado a la locura de hacer talleres para enseñar a los agentes culturales (literarios) a redactar proyectos, inoculando la jerga o la retórica proyectista.
La cultura, en general, se ha convertido en una buena plaza para distintos grupos que buscan el crecimiento institucional, ya sean sindicatos, juntas de vecinos, etc. Esto en sí no es malo, pero muchas de estas organizaciones están manipuladas políticamente, por lo que se ven afectadas por la corrupción de baja intensidad.
Ahora, por el lado más profesional de la literatura y de las artes, es Corfo la que la lleva con esos engendros de las industrias creativas y algunas estrategias de negocios culturales. El Consejo de la Cultura promueve estas movidas que tienden a rentabilizar el área, para que no sea un mero gasto (ni hablar del cine o del audiovisual determinado por Corfo).
Entonces, del municipio que está más dedicado al amateurismo cultural, pasamos a las vías de financiamiento tipo Fondart o Corfo. Uno se imagina que todo eso debe influir en los modelos de producción de obra o, más concretamente, en la neutralización o domesticación del deseo y de crítica. Quizás estemos volviendo a la reproducción del modo de producción neoclásico, dada la cooptación institucional.
POR Marcelo Mellado*
* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .
pueblos abandonados
El escritor(a) se ha institucionalizado y es hoy mucho
más conservador que antes, ya no estamos ante luchadores sociales y políticos, sino ante poetas cortesanos, cuyo principal trabajo es el de realizar (diseñar, gestionar y administrar proyectos).