La noche más hermosa e importante en la historia de la humanidad es la que se celebra hoy, al conmemorarse el nacimiento de Jesús, Hijo de Dios, en un humilde pesebre del pueblito de Belén de Judea hace más de dos mil años. Junto al cual emerge también la posibilidad de perdón, salvación y vida eterna del género humano, por misericordia del propio Dios Creador.
En plena era de los más asombrosos adelantos científicos y tecnológicos, en los más increíbles tiempos de la aldea global intercomunicada al instante, continúa hoy estremeciendo -profunda y misteriosamente- el recuerdo de la natividad del Mesías. Un episodio tan extraordinario que, no obstante el transcurrir del tiempo, sigue asombrando al mundo como el más grande y revolucionario impacto -sobre todo de amor y hermandad- que haya sacudido nunca al género humano desde sus más profundos cimientos espirituales.
Es que el pequeño Jesús, agitando sus manecitas y diminutos pies entre las pajas de un modesto retablo, jamás dejará de conmover y de aleccionar en el imperativo de ser también humildes y mansos de corazón. Más predispuestos a acoger aquello que enriquece el alma y hace ser más generosos, por sobre un materialismo efímero, avaro y egoísta.
"En el Hijo de Dios, hecho hombre y nacido de María Virgen, se han unido el cielo y la tierra, lo divino y lo humano. Jesús se dignó asumir nuestra condición humana para hacernos partícipes de su naturaleza divina y transformarnos también en hijos de Dios", ha reiterado en sus mensajes navideños el arzobispo de Puerto Montt, monseñor Cristián Caro, junto con invitar a celebrar el divino suceso en familia, con mucho amor y sobriedad, sin olvidarse de la niñez desvalida y de las familias más desamparadas.
Aparte de reconsagrar el afecto a nuestros seres queridos, en esta Nochebuena propicio es el amor fraterno acercándonos con un obsequio a quien más lo necesite de entre nuestros propios familiares y vecinos o de alguna institución solidaria. Encarnar la lección amorosa y sencilla del divino pesebre, será siempre la mejor forma de exclamar: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! En Nochebuena y Navidad.