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La Escena Literaria

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Me llegó por correo una revista alemana, de Berlín, concretamente. Se trata de la revista Alba, dedicada a difundir allá la literatura latinoamericana. Este número estaba dedicado a la narrativa chilena actual, más específicamente a las llamadas escrituras emergentes y es bilingüe. Es decir, escritores más o menos jóvenes (y otros no tanto) que están en plena producción. Fueron seleccionados relatos de alrededor de quince narradore(a)s, entre los que están Zambra, Bisama, Diego Zúñiga, Óscar Barrientos, Nona Fernández, Lina Meruane, Alejandra Costamagna y otro(a)s, incluido el que escribe estas líneas. También hay la extraña presencia de un par de poetas. Un dato no menor es que la mitad son mujeres. El texto incluía una entrevista a Diamela Eltit y un poema de exilio de Gonzalo Rojas, además, una introducción en homenaje a Pedro Lemebel. Hay, además, un par de panoramas críticos que contextualizan esta producción.

Es paradojal que te llegue de afuera una panorámica de la narrativa chilena, construcción de imagen que uno no tiene. No recuerdo una antología así a nivel local en que aparecen todos aquellos que han protagonizado la escena literaria de estos últimos años. El análisis no alcanza a establecer el lugar que ocupa en el campo narrativo cada una de esas escrituras, quizás por la opción panorámica o de paneo que alcanza a cubrir generalidades o rasgos comunes; más que nada es una muestra de nuestras pulsiones retóricas. Por cierto se hace muy relevante el contexto histórico, por lo tanto la dictadura es una referencia clave, pero sobre todo como marca infantil, es decir, por la determinación generacional de la mayoría de l(a)os escritor(a)es. La infancia es un extraño filtro o colchón neutralizador que marca a varias escrituras. También está la subjetividad descentrada, de un intimismo doméstico y patológico, y la perspectiva neobarroca, que privilegia la mediación lingüística para aludir y eludir al objeto, y podríamos agregarle una mirada territorial que altera la uniformidad espacial. Nos referimos a personajes que comparecen degradadamente en la provincia, fuera de una urbe canónica e invasiva como Santiago.

No podemos obviar una inflación de la producción narrativa chilena que, equilibra en parte su secundariedad con respecto a la poesía. Esta reflexión que parece burda no es menor, porque la irrupción de las editoriales independientes alteró la imagen de la producción literaria chilena; posibilitó productividades que de otro modo no hubieran conocido edición. Una vez más un acontecimiento literario es provocado no por escritores, sino por políticas editoriales. El famoso boom latinoamericano fue así, un invento de una editorial española. Lo fascinante en este caso es que emprendimientos locales, que están muy alejados de las grandes capitales editoras, hayan intervenido un mercado y, además, sean capaces de determinar y definir líneas de trabajo o proyectos escriturales. No son las historias producidas por autores con vocación textual los que construyen una escena literaria; al menos en este caso, se trata más, quizás, de una políticas editoriales producidas por grupos de interés que supieron pautear a sus autores. Tenía que llegarnos una publicación hecha en el extranjero para darnos cuenta que lo que conocemos por literatura emergente fue un invento de editores amateur, esos que se autodenominan independientes. Gran logro de una estrategia de ocupación de lugar.

POR Marcelo Mellado*