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Las primeras horas de Anguita y Pérez luego de su formalización

EN CÁRCEL DE ALTO BONITO. Tallarines con jurel y salsa de tomates fue su primera comida tras la larga audiencia.
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Luis Toledo Mora

La tarde del viernes, luego de la extensa audiencia de formalización en el Juzgado de Garantía de Puerto Varas, los detenidos por el homicidio de Viviana Haeger regresaron en dos carros celulares de Gendarmería al Complejo Penitenciario de Alto Bonito de Puerto Montt, pero esta vez conociendo por qué delitos están siendo investigados por parte del Ministerio Público.

Siguiendo la disposición de la magistrado Ximena Bertín, que decretó la prisión preventiva para el ingeniero civil Jaime Anguita Medel y para el carpintero José Pérez Mancilla, ambos imputados ingresaron pasadas las 17 horas al penal, quedando en distintos espacios para evitar contacto entre ambos, como fue solicitado casi al término de la audiencia por el abogado de Pérez, el defensor penal público, Carlos Jiménez.

Anguita permanece al interior del módulo de reclusión especial número 91, donde sólo hay adultos mayores e imputados. Se encuentra en una celda individual, donde cuenta con un sanitario y su cama, cuyo colchón se halla sobre una estructura de concreto.

Pérez se encuentra también en una celda individual de las mismas características, pero al interior del módulo número 89 junto a imputados primerizos de buena conducta.

Ambos pueden salir al patio de sus respectivos módulos, los que ese encuentran en puntos distintos del penal, por lo que ni siquiera tienen contacto visual entre ellos.

Las visitas para sus respectivos módulos son los jueves, pero horarios diferentes (Anguita en la mañana y Pérez en la tarde). Hasta la fecha, sólo han concurrido sus respectivos abogados hasta el penal de Puerto Montt.

La alimentación

Ayer, pasado el mediodía, ambos internos recibieron su primer almuerzo tras enfrentar la audiencia que puso los ojos de todo Chile en el Juzgado de Garantía de Puerto Varas. Se trata de su primera comida caliente, ya que el viernes, por su comparecencia ante el tribunal, sólo ingirieron una colación fría.

Internos de buena conducta que prestan servicio como manipuladores de alimentos a a la empresa Compass Group, que tiene la concesión de la cárcel de Puerto Montt, les llevaron a sus respectivos módulos fideos con salsa de tomates y jurel, los que consumieron en una bandeja de plástico. El postre consistió en un durazno natural.

El plazo para la investigación que fijó la magistrado Bertín es de ocho meses, pero eso no significa que ambos imputados pasen todo ese tiempo en prisión preventiva, ya que sus respectivas defensas pueden solicitar la revisión de las medidas cautelares.

Por su parte, la Fiscalía también puede pedir al Juzgado de Garantía ampliar el plazo para la investigación.

¿Cuándo se salvó el Perú?

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Regreso a Lima después de treinta años. Pero luego de tanto tiempo el verbo "regresar" debe ser inexacto. Lo honesto sería decir que llego por primera vez. El visitante que vuelve después de tres décadas no es el mismo. Y además la ciudad -me dicen y lo noto- ha cambiado mucho.

El cielo de Lima, sin embargo, es el mismo que recordaba: cielo gris, inmóvil, fuente de una luz plomiza que opaca a la ciudad. Muchos escritores de esta urbe interpretaron en sus obras esa nubosidad más o menos perenne, que promete lluvia y no cumple. En la más grande de las novelas limeñas, Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, la luminosidad cenicienta de esta ciudad se vuelve metáfora de una desesperanza social. De pie ante "el mediodía gris" Zavalita se hace su famosa pregunta: "¿En qué momento se había jodido el Perú?".

En mi visita anterior a Lima, a mediados de los años ochenta, me pareció oír esa pregunta en muchas partes: en el decrépito centro virreinal y en los suburbios atemorizados por el terrorismo que empezaba a bajar de los Andes hacia ellos.

Hoy, tras revisitar esta y otras ciudades peruanas, creo que sería posible transformar aquella antigua interrogante pesimista. Ahora la pregunta más apropiada e interesante sería: ¿cuándo se salvó el Perú?

La Lima de hoy crece y bulle bajo el mismo cielo de siempre, pero ya no parece una ciudad desesperanzada. Por ejemplo, la vieja estación de trenes de Desamparados, detrás del Palacio de Gobierno, ha sido transformada en una Casa de la Literatura Peruana. Se trata de un gran museo, bien montado y entretenido, dedicado a todas las manifestaciones de la imaginación y la reflexión literaria. Al recorrido histórico se suman las salas monográficas consagradas a la literatura infantil, así como una biblioteca abierta y un café literario. En estos días se puede visitar una exposición temporal dedicada al poeta limeño vanguardista Martín Adán. La poesía del trágico Adán es potente pero hermética (un verso: "¿Por dónde se sube al abismo?"). La inteligente exhibición consigue acercar esos poemas al público general, y a centenares de escolares cada día. Así, la vieja estación de Desamparados -nombre ominoso y gris- hoy ampara a miles de lectores esperanzados.

En los distritos pudientes de Miraflores y Barranco, la nueva prosperidad peruana amenaza con lo mismo que en todas partes: arrasar lo antiguo en nombre de un progreso inclemente. Sin embargo también acá hay señales alentadoras. En uno de los acantilados, frente al mar, se construyó un gran centro comercial. Pero éste no se alza sino que se hunde, excavado en la pared del malecón. Ésta sería una solución ideal para los males de los malls en todas partes: sepultarlos. Visto desde la ciudad, el centro comercial hundido bajo la línea del horizonte desaparece. Mientras encima de él, sobre su techo, crece el hermoso parque Salazar donde en estos días se celebra la Feria del Libro Ricardo Palma. Un mall enterrado sirve de pedestal a la naturaleza y a la cultura.

Hace medio siglo Sebastián Salazar Bondy, autor de Lima, la horrible, afirmó que su despiadada crítica a la ciudad se sustentaba, en parte, "en la obra y especialmente el pensamiento de los mejores escritores limeños". Pero en la actualidad los mejores autores no parecen fatalmente oprimidos por ese aire "sedoso y tristón" que habría condicionado a algunos de sus antecesores.

Alonso Cueto en su novela más reciente, La pasajera, cuenta una historia terrible y sencilla: una torturada se reencuentra con su verdugo. Estos personajes acarrean por Lima las heridas del terrorismo senderista y la represión. Pero esa historia de plomo que siempre acaba mal, aquí termina bajo una luz optimista que ofrece a la víctima una nueva vida y al culpable una posible redención. En este final abierto a la esperanza me parece escuchar esa nueva pregunta: ¿cuándo se salvó el Perú?

POR CARLOS FRANZ*

* Carlos Franz es escritor. Su libro más reciente es La Prisionera (Ed. Alfaguara).

el espejo de tinta

La Lima de hoy crece y bulle bajo el mismo cielo de siempre, pero ya no parece una ciudad desesperanzada.