Secciones

Maestro, ¡quiero ver!

"Potenciando el terminal portuario, cuya eficiencia ya se demuestra, Puerto Montt se convertirá en el principal puerto-embarque de turistas de cruceros de Chile que van al austro" "El auténtico discípulo de Cristo es el que da testimonio y proclama su fe"
E-mail Compartir

Los criterios del mundo (ambición de poder, afán de riquezas y honores, búsqueda de placer) pueden contaminar nuestra fe y los criterios del Evangelio, como se veía el domingo pasado con dos discípulos de Jesús, Santiago y Juan, que piden sentarse uno a la derecha y otro a la izquierda del Señor en su gloria. Jesús les responde: "No saben lo que piden", y les pregunta si están dispuestos a acompañarlo en su camino de entrega y servicio hasta dar la vida.

A la respuesta afirmativa de ellos, les advierte que no le toca a El concederlo sino que es para quienes está reservado. Hoy (cf. Mc 10,46-52), el ciego Bartimeo, que -a la salida de Jericó- estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna, al oír que pasaba Jesús, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Como lo increpaban para que se callara, gritaba con más fuerza lo mismo. Jesús manda llamarlo. Le dicen: "¡Animo, levántate, te llama!".

Eso vale siempre para nosotros. El Señor nos llama a salir de nuestra postración o desánimo o comodidad, y a levantarnos. El ciego, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

El Señor le dirige, en singular, la misma pregunta que le había hecho a los discípulos Santiago y Juan: "¿Qué quieres que haga por ti?" El responde: "Maestro, ¡que vea!". La respuesta de Jesús es: "Anda, tu fe te ha salvado". Al instante recobró la vista y le seguía por el camino.

La fe de Bartimeo se manifiesta no sólo en la petición confiada sino que progresa en el conocimiento de Jesús. Primero le llama Hijo de David, o sea, Mesías -Rey esperado, luego le dice "Maestro" y le presenta su necesidad: "que yo vea".

Es una fe acompañada de obras: se libera de lo que lo amarra (el manto), da un salto para acercarse a Jesús y le sigue camino de Jerusalén donde el Señor culminará su obra en la cruz por la redención de todos.

De este modo, la figura de este ciego se convierte en un modelo para los que buscan al Señor.

El auténtico discípulo de Cristo es el que da testimonio y proclama su fe, aun a contracorriente, la expresa en oración perseverante y confiada, y está dispuesto a desprenderse de lo que estorba el encuentro con Cristo, e iluminado por El lo sigue decidido en su camino.

Dice un santo: "Por servir a la Iglesia, al Papa y a las almas, debes estar dispuesto a renunciar a todo lo que sobre… Porque hay que amar a Cristo así".

+Cristián Caro Cordero. Arzobispo de Puerto Montt.