Gratuidad
Desde el primer anuncio sobre la gratuidad, hemos expresado nuestra oposición a la forma en que se quiere implementar el beneficio el año 2016. Nos hemos opuesto por la discriminación que representa dejar fuera a cientos de miles de estudiantes vulnerables y por los riesgos que significa establecer en una glosa presupuestaria requisitos que debieran ser parte de las reformas que se buscan introducir al sistema de educación superior.
Nuestra primera objeción -la discriminación- no necesita mayor argumentación para probar su validez.
Las cifras son elocuentes: los estudiantes de educación superior de los cinco primeros deciles son más de 500 mil y la gratuidad llegará, en el cálculo más optimista, a 200 mil.
Nuestra segunda objeción -la inconveniencia de la glosa presupuestaria- ha quedado en total evidencia desde el momento en que se conoció el detalle de la Ley de Presupuesto. Y no son sólo las universidades privadas las que han expresado su disconformidad; lo están haciendo incluso las universidades del CRUCH, que son las que el Gobierno ha elegido preferentemente para dar el inicio a la gratuidad.
Al margen del problema legal que vemos en la disposición, hemos podido comprobar que las fórmulas de cálculo de los recursos que se entregarían a las universidades que califiquen, no coinciden con los requerimientos financieros de las instituciones, ya sean estatales o privadas. Las estatales, que están imposibilitadas de decir no a la gratuidad, quieren saber cómo van a financiar los déficits que se avizoran, mientras las privadas temen que el ingreso a la gratuidad les signifique un descalabro financiero.
Por todo lo anterior, insistimos en que el mejor sistema que el Gobierno tiene a su alcance es ampliar el plan de becas, de modo que éstas cubran el total de los aranceles de las universidades que cumplen los requisitos que se han impuesto.
Es un sistema simple, absolutamente legal y no cuesta más de lo que hoy se pretende hacer. Y si los cálculos se hacen bien, es posible que los recursos alcancen incluso para reparar en parte la discriminación de la cual son víctima nuestros alumnos más vulnerables.
JAIME VATTER. Presidente Corporación de Universidades Privadas. Rector Nacional Universidad S.Tomás.
Basta de alarmas absurdas
Luego de ver lo publicado en este diario en la edición del 28 de septiembre, no puedo menos que alegrarme de que finalmente alguien se haya tomado la molestia de consultar a un experto como el señor Soler, para obtener información fidedigna acerca de las probabilidades de emergencias catastróficas en nuestra zona.
En la publicación citada queda muy en claro cuales son las circunstancias en que pudiera producirse un tsunami que afectase a Puerto Montt y estas son dos: un sismo de gran magnitud originado por la falla Liquiñe-Ofqui, circunstancia a la cual se le asigna una bajísima probabilidad, y un desplazamiento masivo (derrumbe) sobre el golfo de Reloncaví; es de esperarse que teniendo esto en claro, nunca más nuestras autoridades nos obsequien con alarmas ridículas motivadas por sismos ocurridos a más de mil kilómetros de distancia.
En relación a la segunda de estas causales, cabe señalar que esta pone de relieve la necesidad de que sea una entidad local la que determine las emergencias y evacuaciones, ya que lo único que podría causar la caída masiva de material al mar dentro de este golfo, sería una erupción del volcán Yates, y en ese caso la ola tardaría sólo 8 minutos en llegar a Puerto Montt.
De modo que si tuviésemos que esperar a que desde Santiago den el aviso de evacuación, a esa hora la ola ya habría arrasado la Intendencia.
Finalmente, me permito señalar una tercera causa posible para tal catástrofe, y esta es la caída de la piedra del cielo justo dentro del golfo, pero en este hipotético caso el desastre sería tan rápido que no tendríamos tiempo de preocuparnos.
RENATO ALVARADO VIDAL.
Oftalmólogo
Debido su censurable reacción discriminatoria, el oftalmológico (señor ) Carlos Schiappacasse, por mucho arrepentimiento que sienta, tendrá que soportar, por bastante tiempo, el rechazo de la sociedad, tanto en lo personal como en lo profesional.
Por lo tanto, le calza a la medida el dicho popular: ¿Cómo te quedó el ojo?
JORGE VALENZUELA ARAYA.
Transparencia
Hablando de transparencia, creo que la Iglesia chilena deberia aplicar en bien de la sociedad toda, el mismo principio que la sociedad toda está exigiendo a la clase política, no a la politica, si no a los políticos: transparencia.
IGNACIO MANCILLA SEPÚLVEDA.