Las últimas encuestas sólo han ratificado lo que la población está sufriendo con una delincuencia descontrolada. Nuestras autoridades, con legítima ingenuidad, creen que legislando se podría resolver el problema, es decir, endureciendo las penas a delitos más violentos. Otros creen que colocando más cámaras de vigilancia e iluminando ciertas áreas de la ciudad. Familias con mayores recursos levantan murallas, electrifican sus muros e instalan alarmas por toda su residencia e igual son asaltados y violentados. Nuestras policías, ejemplo de profesionalismo en el mundo, trabajan las 24 horas al día y los siete días a la semana y no dan abasto. Los delincuentes al ser detenidos de inmediato tienen un abogado a su lado, pagados con la plata de toda la gente honesta, y una legislación permisiva que a muy pocos condena. Las víctimas quedan abandonadas a su suerte, a no ser que sea un banco el asaltado, porque ahí salen hasta helicópteros a rastrear a los delincuentes. A los delincuentes "profesionales", los que han hecho del delito su fuente de ingresos y que han sido más de una vez condenados, deben ser drásticamente castigados si son sorprendidos portando armas, principalmente de fuego. En EE.UU. los convictos tienen prohibición absoluta a reunirse con otros en libertad. No pueden ingresar a lupanares o locales parecidos, ni menos portar armas. Aquí desde la cárcel misma, antes de salir libres, comienzan a maquinar nuevas fechorías. Incluso desde adentro lideran bandas de narcotráfico y urden estafas telefónicas.
La edad para responsabilizar a los precoces delincuentes, que por estos días hacen furor robando vehículos caros ("portonazos") debe ser reconsiderada. Los niños saben desde antes de los siete años lo que es correcto. Denle a elegir entre un plato de bazofia y uno normal y no se equivocarán. A quienes se acompañen de menores para delinquir deben aumentársele en algunos grados su pena. Lo mismo hacer responsables a padres o tutores de los daños que provoquen.
Los delincuentes, cuando se les cierra una opción para robar, buscan alternativas. Así, si se instalan cámaras de vigilancia y alumbrado más potente en un lugar, van a otro. Si los cajeros han sido más cuidados, van a los portonazos. En definitiva, como los ratones: si el vecino lleva un gato, los roedores no se suicidan, van a otra casa donde no tienen felinos.
Deben abrirse recintos penitenciarios en lugares lejos de centros urbanos, como antes se tuvo en Isla Santa María. Allí a ganarse su sustento, estudiar y rehabilitarse.
Ex alcalde de Puerto Montt.
Juan A, Sandoval Paredes.