Este mediodía en las dependencias de la empresa de construcción naval "Maillen", en Chinquihue; se exhibirá la estructura ya terminada de la nueva Cruz de Tenglo. Sí, el símbolo que se ha transformado en un referente de la ciudad y que trasciende lo religioso, para acompañarnos desde lo más alto de la Isla Tenglo.
La obra, como ya lo ha detallado este Diario, es una iniciativa que surge de la necesidad de reparar su franco deterioro; y de la voluntad del Arzobispado de Puerto Montt, la Armada, y algunos empresarios que no han querido dejar morir este símbolo.
Como en muchas otras iniciativas de este tipo, los más entusiastas son unos pocos; la apatía parece haberse instalado en la sociedad como una suerte de costumbre de los nuevos tiempos, y cuesta encontrar más corazones solidarios dispuestos a aportar su granito de arena a esta gran causa, que no sólo debe ser vista como una iniciativa de privados o de la Iglesia Católica, sino que de todos.
Puerto Montt es de tradición cristiana; de hecho, y sin ir más lejos, los pescadores que día a día salen a la mar desde Angelmó o Anahuac, se encomiendan a su santo patrono (San Pedro); por lo que no es descabellado pensar que en una cruzada como la que describimos, nadie se pudiese restar; porque más allá de lo icónica que es, de la significación religiosa y de lo distintiva que ha sido y debe seguir siendo para el turismo, la Cruz de Tenglo es un patrimonio que debemos cuidar.
Por lo pronto, ya se dieron los primeros pasos al reconstruirla. Ahora hay que galvanizarla. Después, habrá que iluminarla; mantenerla, promocionarla. En fin, la Cruz de Tenglo debe ser un compromiso transversal, donde no debe importar quién tuvo la iniciativa ni quiénes dieron los primeros pasos; lo importante aquí es ver cómo contribuimos a su posterior instalación y vida futura.
En una ciudad carente de símbolos y atractivos turísticos "vendibles" al visitante, una obra como esta es prioritaria; entre otras cosas, por el enorme potencial para la industria del turismo.