Una de las promesas de la Presidenta Michelle Bachelet durante su campaña, fue llevar adelante una reforma laboral que permitiera emparejar la cancha entre empleador y trabajador.
Hemos cumplido esa promesa, aprobando en la Cámara de Diputados la Reforma Laboral, que busca fortalecer los derechos de los trabajadores, para dejarlos en estándares internacionales muy similares a los países con los que Chile tiene relaciones comerciales.
Estos cambios, que, insisto, buscan proteger a los trabajadores y fortalecer sus derechos colectivos, en ningún caso merecen esta sobre reacción orquestada del sector empresarial, infundiendo temor en el país, diciendo que habrá más desempleo. Esta reforma que hemos impulsado lo que hace es devolver derechos que son fundamentales en cualquier parte del mundo y que en Chile estaban limitados, como el derecho a la huelga efectiva, porque sigue vigente una ley en la cual hay reemplazo, con lo cual se limita el actuar de los trabajadores en esa materia. Tampoco existe la titularidad sindical, que significa que quien negocia colectivamente es el sindicato y no un grupo negociador que se organiza sólo para estos fines. Es bueno que todos sepan que nuestro país ha tenido observaciones permanentes de organismos internacionales, como la OCDE y la OIT, respecto a estos puntos, porque en la práctica, los sindicatos son completamente irrelevantes frente a un grupo negociador.
Por cierto, esta reforma incorpora normas especiales para la micro y pequeña empresa. Mientras que en el Senado se está discutiendo, además, incorporar una instancia de diálogo tripartita permanente entre el Estado, el empleador y representantes de los trabajadores, de tal manera de ir mirando al empleo con una perspectiva de futuro.
Se ha avanzado para el bienestar de los trabajadores, por eso cuando organismos empresariales comienzan con esta política del terror, señalando que la reforma es mala, lo único que hacen es engañar a la comunidad, generando un ambiente negativo hacia una reforma que Chile necesita. Está comprobado que en países donde se ha implementado una reforma como en la que estamos avanzando, la distribución de las utilidades son mayores, hay más cooperación y aumenta la productividad. La mejor manera de enfrentar la desigualdad es equilibrando los derechos entre empleador y trabajador, de manera tal que, a través del sindicato, se pueda llegar a mejores resultados de la negociación.
Patricio Vallespín López
Diputado de la República. Región de Los Lagos.