Anuncio y testimonio de vida
Jesús da un encargo a los discípulos: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará" (Mc 16, 15-16). Luego señala los prodigios que acompañarán a los que crean: arrojarán demonios, hablarán nuevas lenguas, serán protegidos del mal, sanarán enfermos (cfr. Mc 16, 17-18). Finalmente, la Sagrada Escritura nos narra que "el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía" (Mc 16, 19) El hecho de la ascensión de Jesús es testimoniado por San Pablo (cfr Ef 1, 17-23) y los mismos Apóstoles vieron a Jesús elevarse (cfr Hech 1, 1-11). De esta forma, Jesús culmina su período en la tierra para recibir la gloria que le corresponde, después de hacerse uno de nosotros, padecer, morir y resucitar al tercer día, como dicen las Escrituras. Pero antes de partir, Jesús nos encarga la misión de anunciar el Evangelio, bautizar y dar a conocer todo lo enseñado por Él. Ahora bien, esta misión fue entregada a la Iglesia, fundada por Jesús, la que tiene la noble misión de evangelizar en el mundo entero. El objetivo de la misión es la salvación, que toda persona pueda creer en Cristo y salvarse. En el fondo, desde el momento en que Jesús subió a los cielos, comenzó el tiempo de la Iglesia. Si bien aspiramos al mundo futuro, el cielo, Jesús nos ha encargado la tarea de trabajar cada día para que muchas personas puedan creer en Él, se salven y, mientras estemos de paso en este mundo, podamos profesar una fe firme, dejándonos guiar e iluminar por los principios que emanan del Evangelio. La tarea no es fácil. En una sociedad donde muchos pretenden vivir los valores cristianos, hoy nos encontramos con muchos obstáculos: el secularismo, la indiferencia religiosa, el materialismo imperante, los ídolos del poder y del placer a toda costa, leyes o proyectos de leyes contrarios a la ética y a la moral, programas contrarios a la defensa de la vida humana, corrupción en muchos niveles, desinterés por las personas que sufren, etc. Ante esta realidad es fundamental escuchar el mensaje de Cristo, que nos invita a renovar nuestra vida cristiana, recordar y renovar nuestras promesas bautismales, cuyo contenido principal es vivir una vida en la gracia de Dios, buscando luchar cada día contra el mal y el pecado, y toda forma de corrupción. En el fondo, Jesús nos anima a sentirnos y ser parte de la Iglesia, la comunidad de los bautizados, lo que implica necesariamente asumir un rol activo en la transformación de la sociedad.
Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.