Acaba de morir Eduardo Galeano, escritor y periodista uruguayo que desde la orilla oriental del continente se encargó de iluminar, como el sol de su bandera, las ideas y luchas de generaciones enteras de chilenos y latinoamericanos y la congoja forma parte, desde hoy, de miles de personas ante tan sensible pérdida.
Para muchos y para mí en lo particular, la palabra escrita de Galeano fue siempre un bálsamo, con su prosa clara, enriquecedora y amable, que hacía ver las debilidades de nuestras construcciones sociales ante el poder de yanquis y europeos. Cómo no entenderlo si siempre su papel fue el de ponerse del lado de los condenados, de los pobres y los sufrientes, volcando en ellos un mensaje que convocaba la voluntad de resistir, dejando entrever que los abismos no eran insalvables ni eternos. Cada letra suya fue un clamor de esperanza.
En su treintena de libros y textos que escribió entre 1963 y 2015, resaltan sin duda el universal "Las venas abiertas de América Latina", cuyas letras inflamaron los deseos de lucha de millones de sus habitantes, dando también sentido a la rebeldía de generaciones que en los '70 y '80 se agrupaban en partidos políticos que buscaban crear vías democráticas, ante el despojo material y moral en la que vivían las sociedades.
A fines de los '80 la Juventud Socialista intentó traerlo a Puerto Montt. Fue la primera vez que tuve la esperanza de verlo, conversar con él, abrir un canal mágico que me hiciera cubrir de sabiduría tantos problemas y dramas que en Chile se vivían. Pero no pudo ser y seguí conviviendo con mi inquietud y curiosidad.
Quisimos traerlo a la Primera Feria del Libro de Puerto Montt, para que hablara de todo aquello en lo que soñamos y nos ayudó a soñar, aquellos mundos mejores donde nos invitaba -por ejemplo- a abandonar "la caridad porque es humillante y se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo".
En lo personal quería aplacar tantos años de preguntas, de charlas pendientes y tan anheladas como si se trataran de venganzas. Y entonces me golpea la noticia de su muerte.
En la respuesta, muy amable y considerada que nos hizo llegar para declinar la invitación a la Feria del Libro, nos dijo que "el tiempo, mi mejor amigo…también puede ser mi peor enemigo". Y tenía razón.
Me quedaré con mis preguntas, mi charla interrumpida y mi pena guardada. Descansa en paz querido amigo, en toda Latinoamérica te llevamos en el corazón.
Gervoy Paredes,
Puerto Montt