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Con líderes adecuados alcanzamos tareas imposibles

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Hace poco más de cuatro años, los ojos del mundo estaban puestos en Chile. El derrumbe de la mina San José, ubicada a 30 kilómetros al noroeste de Copiapó, hizo que todo un país se preocupara por la vida de los 33 mineros que permanecían en su interior. La incertidumbre se terminó el 22 de agosto de 2010. Cuando el mensaje "estamos bien los 33 en el refugio", dio cuenta que todos los afectados estaban con vida. Finalmente gracias al uso de tecnología de punta en materia de perforación, que permitió penetrar casi 700 metros en el suelo, la innovación que significó el diseñar y construir la cápsula Fénix, una correcta planificación, y por sobre todo el liderazgo demostrado por las autoridades, los 33 mineros pudieron regresar a la superficie tras 69 días en el corazón de la tierra. La denominada operación San Lorenzo, en honor al patrono de los mineros, es hasta la fecha es el mayor y más exitoso rescate de la historia de la minería a nivel mundial, y mostró que para los chilenos, cuando son dirigidos con objetivos claros, utilizan la tecnología adecuada, y no pierden las esperanza, no hay nada que resulte imposible. Hoy nuestro país está enfrentado a varias emergencias de manera simultánea. Los incendios forestales en el sur cuyos efectos se han intensificado por la sequía, y paradojalmente las lluvias que han causado estragos en el desierto más árido del mundo. En ese complejo escenario el país necesita de autoridades empoderadas de sus cargos, con habilidad resolutiva, conciencia situacional, capaces de trabajar bajo presión y por sobre todo de tomar decisiones. En una emergencia, cuando las carencias de todo tipo azotan a la población, quienes gobiernan Chile tienen la obligación de adoptar las determinaciones correctas en el mínimo de tiempo, consolidando la mayor cantidad de información disponible para validar las medidas que adoptan. Durante una catástrofe la gente no puede esperar. En una catástrofe también aparece lo mejor de los chilenos. Nuestros bomberos trabajan sin descanso sin esperar recompensa alguna, los carabineros dan muestras de su compromiso con el país, y nuestros soldados se despliegan para socorrer a la población en las más difíciles condiciones. Ante la falta de caminos, el sonido de los motores de las aeronaves de la Fuerza Aérea es sinónimo de esperanza y apoyo. Paralelamente la sociedad civil se moviliza, y miles de voluntarios inician campañas solidarias para ir en ayuda de nuestros compatriotas en apuros. Este es Chile, un país que con el liderazgo adecuado no pierde su esperanza, y ante los ojos del mundo, logra tareas para otros imposibles.

Jaime Brahm Barril,

ex intendente de la Región de Los Lagos

La Cruz de Tenglo es de todos

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Hace unos días, se constituyó en Puerto Montt una comisión que pretende llevar adelante las obras de reparación de la cruz y la capilla de Isla Tenglo. Un grupo de empresarios, liderados por el arzobispo, monseñor Cristián Caro, y el almirante de la Armada, comandante Guillermo Lüttges, están empeñados a devolverle a la comunidad el ícono referencial, religioso, turístico y hasta marítimo que significa la emblemática estructura. Habrá que recordar que a inicios de los años 80, el alcalde de la época, Jorge Brahm, junto al arzobispo Cazzaro, llevaron adelante esta iniciativa, que conforme pasó el tiempo se transformó en un hito para los visitantes y pasó a formar parte de la escena de la capital regional.

Hoy, la emblemática Cruz de Tenglo está abandonada. Ha sufrido con el paso del tiempo y la acción de los delincuentes y requiere de una intervención mayor, que quizás en una primera etapa pueda ser su mera reparación, pero a largo plazo debe representar la transformación total del sector, para dotar a Tenglo y a Puerto Montt, de un gran hito turístico.

Porque si bien la concepción original de esta infraestructura es un símbolo que acompañe e ilumine el accionar de la población cristiana, la Cruz de Tenglo debe constituirse en una gran ícono del turismo de la zona. Pero para que ello suceda, no sólo hay que mejorar lo que hay, sino que transformar radicalmente su entorno. Por lo pronto, hay algunos problemas con la rampla, donde desembarcan los visitantes a través de los boteros; hay que mejorar ostensiblemente el camino de acceso a la cruz y así tantos otros detalles en los cuales hay que invertir. Pero también está la inmejorable oportunidad de involucrar a los vecinos de la isla en esta transformación, sumándolos como guías turísticos o instalando una oferta gastronómica que seduzca; se puede invertir en un museo, en fin, en tantos atractivos como sea posible y que permitan a esta capital regional contar con un panorama turístico digno de visitar y así sumar panoramas a la estadía de los visitantes. En consecuencia, en esta cruzada de reparar la Cruz de Tenglo deben estar todos, sin excepción. El Gobierno Regional, el municipio, la Cámara de Comercio y Turismo, Sernatur, las juntas de vecinos, la comunidad en general. Es tiempo de celebrar la voluntad y decisión de quienes hoy lideran esta campaña, pero es tiempo también de sumar a la mayor cantidad de actores posibles, para hacer de esta campaña, un acto refundacional de un símbolo que nos debe enorgullecer a todos.