La Semana Santa en Puerto Montt
Portando verdes ramos de olivo, laurel y romero, -que guardarán en sus hogares por el resto del año-, para que sean bendecidos en las eucaristías de hoy en los templos parroquiales y en la Catedral Metropolitana, los porteños inician la conmemoración de la Semana Santa 2015 en Puerto Montt. Período en el que se recuerda, con especial recogimiento y contrita disposición, la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el salvador de la humanidad y anhelada esperanza de vida eterna.
Para los puertomontinos, cuyo espíritu cristiano florece en cada rincón de este terruño, -custodiado por inconfundibles íconos como la gran cruz de Tenglo, la torre campanario jesuita y la simpar catedral-, estas sagradas jornadas tienen un significado muy especial de reconocimiento y veneración hacia el Hijo de Dios y su sublime sacrificio de amor y perdón.
Los vía crucis en Viernes Santo, al Monte Calvario de Puerto Varas, animado por una fervorosa juventud que peregrina a pie los 20 kilómetros desde esta ciudad, transportando una gran cruz, y el tradicional ascenso al santuario en la isla Tenglo, son fidedignas y masivas expresiones de las tradiciones de cristiandad hondamente enraizadas por estos confines.
En la generalidad, debe reconocerse que con el transcurrir de los años, se ha ido flexibilizando el estilo de celebración de la Semana Santa. De las rigurosas prohibiciones de antaño de comer carne, de escuchar música estridente y hasta de hablar en voz alta, y de vestir ropas que no fueran en tonos oscuros ni de pronunciar soeces palabras, se llega a un presente menos riguroso en esos aspectos y hasta proclive a caer en profanas costumbres como las de ocupar el sagrado asueto sólo para vacacionar.
Los cambios se originaron en el Concilio Vaticano II, en 1965, que templaron las costumbres de adhesión a la Semana Santa. Las demostraciones de piedad dejaron de ser impositivas y se transformaron en voluntarias. La idea fue no prohibir, sino que de privarse de algo para compartirlo con los desvalidos, además de hacer prevalecer una actitud de reflexión, austeridad, arrepentimiento y conversión. Y así ser dignos herederos de la preciada oportunidad salvadora legada por Cristo con su muerte de cruz.