Los puertomontinos, que solemos reiterar lo mucho que amamos a nuestros antepasados y proclamar un profundo amor a los patrimonios que recuerdan la gesta heroica de los orígenes locales, a veces también incurrimos en desapegos al pretérito y caemos en la incuria del descuido de aquellos pequeños grandes tesoros de esencial identidad emanada de esa admirable historia de esfuerzo, sacrificios y visión futurista.
Es lo que ha pasado con ese simple, pero tan significativo, antiguo tronco de alerce, denominado "La Silla del Presidente", según lo consigna el relato histórico desde los albores de nuestro terruño. Este precisa que el 18 de febrero de 1893 llegó a Puerto Montt en el vapor "Lautaro", el entonces Presidente de la República Jorge Montt Álvarez (1891-1896), quien al viajar por tierra hacia el norte, se detuvo frente al añoso madero que estaba a la vera del camino en la zona de Alerce y se sentó en éste para descansar por algunos instantes. Anecdótico suceso, que bastó para que popularmente el singular tronco fuera bautizado como "La Silla del Presidente". Con posterioridad, otras autoridades y personajes no sólo reposaron allí, sino que también se fotografiaron en el aquel entonces ya famoso lugar distintivo de este puerto.
Sin embargo, con el paso de los años, un manto de olvido fue cayendo sobre el simbólico lugar, que incluso fue cubriéndose por matorrales y arbustos, no obstante su ubicación a un costado de la ruta alercina. Algunas voces se alzaron -entre ellas la de El Llanquihue- reclamando por semejante actitud de desidia hacia sellos tradicionales como aquel. Se sugería, al mismo tiempo, conferirle el carácter de monolito o algo similar, debidamente resguardado, de acuerdo a su histórica importancia.
Eso ya es pasado. Lo importante es que, afortunadamente, por estos días, se ha sido testigo de una suerte de operación rescate del vetusto tronco-silla presidencial, a través de las tareas de despeje del lugar circundante que se están realizando. Y ojalá, sobre todo, esta iniciativa esté inspirada en aportarle el ornato y dignidad que merece éste, que es otro de los pequeños grandes hitos de la pujante trayectoria de Puerto Montt, hoy flamante capital regional.