Ineludible y conmovedora, ha sido la admiración provocada -en la comunidad sureña y visitante- por la impresionante honda devoción mariana y amor por las tradiciones, que demostraron los miles de peregrinos que participaron en las celebraciones de la festividad de la Virgen de la Candelaria los días 1 y 2 de febrero recientes en la localidad pesquera de Carelmapu, en la comuna de Maullín, como igualmente en Alerce, la ciudad satélite puertomontina. Sobre todo, porque la feligresía celebrante dio muestras de una muy profunda fe cristiana y un gran valor a toda prueba, al concentrarse masivamente en medio de una aterradora tormenta eléctrica y desatada furia de la naturaleza. Y ante lo cual, enfatizaron no sentir temor "porque la Virgen nos protege", reflejando en esa expresión la inconmensurable fuerza espiritual que les inspira, motiva y mueve.
Estos ejemplos de valerosa e incondicional religiosidad popular, que se mantienen inalterables en el tiempo, como una herencia de fe que se transmite de generación en generación, dan cuenta de una reserva moral muy sólida y generosa de nuestro pueblo creyente, que no se ha dejado influir -manteniéndose incólume- por las corrientes globales imperantes que en general promueven lo superficial, materialista y desechable, el culto al dinero, el placer y la avaricia, abonando una sociedad egoísta, insensible e interiormente vacía, desorientada y sin destino.
Muy por el contrario, esta impresionante fe mariana, -como la de la Candelaria en Carelmapu y Alerce, que rinde culto a la Madre de Jesús-, insta a acoger y desarrollar en los espíritus nobles atributos como la caritativa solidaridad, el amor al prójimo que ayuda y perdona, el fomento de la paz y la hermandad, la trascendencia de una vida consagrada a hacer el bien al amparo de ese manto celestial.
También, hay que reconocer que en estos festejos tradicionales suele mezclarse lo religioso con lo profano, a través del tinte comercial e incluso turístico, que adquieren sus alternativas, pero que -en un carácter honrado y constructivo- vienen a ser un aporte al atractivo integral del acontecimiento.
Terminada la celebración, la antorcha de la fe volverá a arder potente en otra Candelaria luminosa.