Avanzando ya el período de vacaciones y la temporada veraniega, por estos confines sur austral patagónicos, es oportuno reconocer la buena marcha organizativa y de atracciones que ha tenido esta vez la siempre esperada "Ruta de las Tradiciones", que con el paso del tiempo se ha ido perfeccionando, hasta convertirse hoy en uno de los patrimonios culturales y turísticos más apetecidos por residentes y visitantes.
Con el respaldo de la Municipalidad puertomontina, lo más creativo, genuino y pintoresco de la artesanía, gastronomía, juegos populares y tradiciones, surgido del ingenio, historia y amor de la gente de nuestros campos tierra adentro o junto al mar, recibe al turista forastero en el transcurso de los meses estivales de enero y febrero. En enero, esperan con los brazos abiertos y sus mejores galas en La Paloma, Caleta La Arena, La Vara, Quillaipe, isla Tenglo, Metri e isla Maillen. En febrero, las fiestas costumbristas van surgiendo en Salto Grande, Piedra Azul, Alerce Histórico, Bahía Ilque, Lenca, Chamiza, Chiquihue y Correntoso.
Son maravillosas oportunidades para disfrutar de encuentros fraternos, entre familias y amigos, al aire libre y junto a lo más característico de esta zona, en cuanto a sus platos originales, diversiones propias, música autóctona, productos y objetos típicos. Todo lo cual, ojalá acompañado por días de sol, constituye una experiencia única y enriquecedora del acervo cultural de cada uno de los visitantes.
De igual modo, en la medida que esta celebrada ruta tradicional ha ido creciendo y optimizándose, irrumpen también las oportunidades de negocios para los pequeños y medianos emprendedores, que se dedican a rubros como el gastronómico y artesanal. Se les presentan oportunidades para establecer relaciones comerciales a través de un contacto directo y mediante el conocimiento de las novedades en productos, según la tendencia también de los propios consumidores.
Bien por Puerto Montt y sus esfuerzos de potenciamiento turístico, consciente de la solidez de esa palanca de progreso. Pero, sobre todo, por compartir con el visitante lo más valioso -del sentir, hacer y celebrar- de la gente de nuestros campos.