Los escenarios deportivos -por sobre todo- son bastiones de confraternidad, salud física, sano esparcimiento y de correcta competición, donde el "juego limpio" es el principal distintivo, y el respeto y la amistad son también especiales atributos que contribuyen a la paz y hermandad entre las naciones, entre los pueblos de un país y las barriadas de una misma ciudad.
Por eso es que sorprende -y preocupa cuando la situación se repite- que hasta nuestras canchas del fútbol amateur en Puerto Montt esté llegando la nociva lacra de la violencia, cuando se golpean entre jugadores o se agrede -verbalmente o de hecho- al árbitro de un determinado cotejo futbolístico. Como acaba de acontecer en la reciente fecha del campeonato local, donde el referí fue la víctima de uno de estos desquicios antideportivos.
La repudiable anomalía provocó la justificada reacción de las asociaciones de árbitros y de fútbol, que -como medida de rechazo a estas descontroladas conductas- determinaron suspender la undécima programación del reciente fin de semana. Mientras que también se prepara el castigo correspondiente para el jugador que incurrió en la reprochable falta, de acuerdo a los reglamentos vigentes de nuestro balompié amateur, que cautelan el recto desempeño de los protagonistas de los respectivos campeonatos en el popular deporte.
Como no es la primera vez que esta indebida situación ocurre en las palestras del fútbol porteño, las iniciativas correctivas y el apego a la norma establecida, que se ha ejercido desde el nivel directivo en esta oportunidad, hablan bien de la calidad organizacional. Y es la mejor fórmula para frenar a fondo cualquier asomo de mala conducta, agresividad y violencia en los estadios, incluyendo actitudes discriminatorias de raza u otra índole.
Cuando se promueve el deporte, en especial el fútbol por su masividad, siempre se está pensando en la juventud, en el anhelo de que lo practique como fuente de buena formación y de antídoto contra las lacras sociales siempre amenazantes. Lo que hace imperiosamente prioritario erradicar de raíz -¡ahora!- toda manifestación de violencia en el fútbol.