Llama la atención, sobre todo de los turistas que la admiraban, que la gran cruz de Tenglo carezca de iluminación nocturna y así la oscuridad impida apreciar ese importante distintivo espiritual tan propio de Puerto Montt, que recibe al forastero con esa especial bendición desde su gran isla enclavada en plena bahía.
El hecho es que el Santuario, cuya característica cruz sobresale en el conjunto religioso, instalado en 1983 en ese lugar insular, -a iniciativa e impulso del en aquel entonces arzobispo, monseñor Bernardo Cazzaro Bertollo-, por efectos del paso del tiempo y del aire salino -pero, sobre todo, por la acción vandálica de los antisociales-, colapsó en los últimos meses del año pasado. Hubo una destrucción generalizada en el recinto, estropeándose seriamente asimismo los sistemas que mantenían el alumbrado del imponente símbolo cristiano.
Esta lamentable situación motivó al actual arzobispo, monseñor Cristián Caro Cordero, a emprender una campaña pro fondos, con la finalidad de reunir los recursos necesarios que permitan recuperar completamente el santuario e iluminar su cruz. El objetivo es recolectar del orden de los 30 millones de pesos, que es aproximadamente el costo de la restauración completa del complejo religioso.
Además de las correspondientes reparaciones del cierre perimetral, renovación del equipamiento eléctrico, tensionado de los tirantes, reposición de focos, entre otros, el proyecto incluye la posterior mantención del santuario y la modernización del sistema de vigilancia. Para lo cual, el arzobispado contará con la colaboración de la Armada y de la propia comunidad, que también debe cooperar en la preservación de sus símbolos más preciados denunciando cualquier asomo de vandalismo.
Los aportes a esta noble cruzada, como los de empresas existentes en el canal de Tenglo, se pueden hacer a la cuenta del Banco Santander 200-3 a nombre de Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS-Chile), RUT 73.537.400-1 y los particulares cooperan en la cuenta del Arzobispado local.
No cabe duda que los puertomontinos, con la generosidad que les distingue, sabrán iluminar de nuevo esa gran cruz, patrimonio de fe y esperanza.