Días de santos y fieles difuntos
El 1 y 2 de noviembre son dos trascendentes oportunidades que se presentan cada año al mundo cristiano para tener muy en cuenta las limitaciones y fragilidades humanas, siendo la muerte la más ineludible de ellas y tras la cual surge la posibilidad de alcanzar la vida eterna, según el legado salvífico de hace más de dos mil años que dejó Jesucristo con su redentora agonía en la cruz y posterior resurrección hacia la casa del Padre.
En Todos los Santos (hoy 1 de noviembre) la cristiandad rememora a los hombres y mujeres, conocidos y anónimos, que han llevado una vida de santidad y que están disfrutando de la presencia divina. Y en los Fieles Difuntos (mañana 2 de noviembre) el recuerdo de ellos se viene prolongando desde su institución en toda la Iglesia en 1915.
Desde estas sagradas fechas, sin duda, emana un verdadero anuncio de gozo y exhortación a imitar el estilo de vida de los santos, de los hijos e hijas de Dios, proclamado con tanta sapiencia y justeza por Jesús en sus recordadas Bienaventuranzas. Lo que no es otra cosa que abrir el alma a la satisfacción de vivir postulando por la justicia y no por la corrupción; por la mansedumbre en vez de la violencia; por la misericordia sobre la venganza... Por el verdadero amor, que es incondicional y se da sin esperar beneficio alguno.
Ante las normales inquietudes humanas referidas a la existencia y su fin último, el admirado jesuita chileno San Alberto Hurtado enfatizaba, con luminoso fervor, que "el sentido de la vida no es otro que buscar a Dios. La muerte, el momento de hallarlo. La eternidad, la posesión dichosa de lo que tanto se ha ansiado". Vale decir, no hay que temer a la finitud terrena, por cuanto se trata del comienzo a la verdadera vida. Y para lo cual es indispensable edificar una existencia cercana al Señor, de solidario amor al prójimo y generosa fe multiplicada en buenas obras.
Una hermosa flor depositada con afecto sobre la tumba del ser amado, una oración musitada con amor, un nostálgico pensar en quien ya partió, una profunda reflexión y propósito de ser mejores para merecer entrar a la morada de Jesús, son el más adecuado testimonio de adhesión al significado de redentora trascendencia de estas especiales jornadas.