70 años ayudando a los más desvalidos
Setenta años, -de los cuales 31 ha compartido en Puerto Montt-, acaba de cumplir y conmemorar el Hogar de Cristo en Chile, al generoso servicio de los más pobres y desamparados de la comunidad nacional. Y manteniendo siempre ardiente y luminosa la antorcha de amor y caridad hacia los más desvalidos, que encendiera con tanta pasión, fervor y fe el admirable sacerdote jesuita, hoy en la santidad, Alberto Hurtado Cruchaga, tras recibir la divina inspiración que le mostró en el famélico rostro de los más pobres al Cristo sufriente. Y a cuyo rescate, por una vida más digna y cálida de esos humildes compatriotas, desde aquel instante consagró su existencia y carrera religiosa, golpeando puertas y corazones, hasta levantar esa monumental obra de amor fraterno, ya septuagenaria, que hoy enorgullece a nuestro país amparando a los olvidados de la sociedad hasta revivirlos a una existencia honrosa.
Aunque el incansable esfuerzo solidario de la Fundación Hogar de Cristo, en estos setenta años, ha contribuido en la reducción de la pobreza desde un 65,6% a 14,4% -según censo 1940 y Casen 2011-, en Chile aún hay más de 2 millones y medio de personas que sobreviven con menos de 2 mil 500 pesos diarios. Sólo en nuestra región existen todavía alrededor de 150.000 personas que requieren ayuda y que representan el 15% de la población de esta zona, como bien lo ha enfatizado Edson Sobarzo, actual director ejecutivo del Hogar de Cristo Sede Los Ríos-Los Lagos.
No fue fácil, sin embargo, para el Padre Hurtado, enraizar en el alma chilena la actitud solidaria de ayuda al desamparado. Hubo etapas en que llegó a decir que 'el gran enemigo de Cristo en Chile es la apatía, la indolencia, la superficialidad con que se miran todos los problemas…'.
Pero la mística de este santo jesuita ha podido más. Su legado no muere. Se consolida y crece, con el apoyo de un abnegado voluntariado y caritativos socios, cuyo incremento es cada vez más imperioso para hacer de este socorro a los desvalidos un aporte más integral, eficiente y perdurable.
Puerto Montt es el mejor ejemplo. Pronto, un nuevo complejo, con más espacio y mejor equipado, se sumará a esta gran misión de ayuda al necesitado.